Por Gustavo Bolívar
Una seguidilla de hechos, ocurridos durante la última semana, ponen al mundo en la recta final de un acontecimiento irreversible: La regulación de la marihuana para uso recreativo que significa, nada más ni nada menos que, el inicio del desmonte del narcotráfico.
La primera Noticia se conoció en Colombia el 25 de noviembre. Ese día, la Comisión Primera del Senado aprobó con una votación de 11 a 3, el Proyecto de Ley que regula el uso de la marihuana de uso adulto. Aunque faltan tres debates, hay razones para estar optimistas.
La segunda gran noticia, tal vez la más importante de toda esta tanda, ocurrió el miércoles de esta semana. Por 27 votos contra 25, la Comisión de Estupefacientes de la ONU, por recomendación de la Organización Mundial de la Salud, eliminó el cannabis de la lista IV de la Convención de drogas de Viena, donde permanecía desde 1.961, al lado de drogas verdaderamente peligrosas como la heroína y la cocaína.
La tercera gran noticia se conoció hace tres días. En una jornada histórica, con 228 votos a favor y 164 en contra, la Cámara de Representantes de los Estados Unidos aprobó la descriminalización del consumo de la marihuana recreativa. En esa votación predominó el voto demócrata pero la iniciativa incluso recibió cinco votos republicanos.
Aquí no terminaron las grandes noticias. El jueves pasado, en el marco de la Primera Conferencia Internacional sobre política de drogas, organizada por la Comisión de seguimiento a las políticas de Drogas del Senado, que tengo el honor de presidir, la Secretaría de Gobernación Olga Sánchez Cordero, ante una pregunta del suscrito, le dio al mundo una noticia muy importante, especialmente a quienes creemos que el narcotráfico se acaba con la regulación: Este 9 de diciembre, es muy probable que el Senado de México en pleno apruebe la regulación de marihuana lúdica que ya fue aprobada por la cámara baja. Es decir, México se convertirá la próxima semana en el cuarto país que regula el uso de la marihuana recreativa. No es una noticia menor. México es un país de 130 millones de habitantes, que sumados a los 111 millones de norteamericanos que viven en los 16 estados que ya tienen marihuana regulada, a los 38 millones de canadienses y al 3.5 millones de Uruguayos, conforman un universo de aproximadamente 283 millones de personas con marihuana regulada en el mundo.
A México se deben sumar, en los próximos meses Israel, que ya superó el debate y solo espera decisiones oficiales y muy probablemente los Estados Unidos. Así lo dejaron entrever los conferencistas norteamericanos invitados a la Conferencia, Jhon Walsh, Steve Rolles, Adam Isacson, María Mc Farland, Kassandra Frederique y Zara Snapp. Casi unánimemente coincidieron en afirmar que el nuevo gobierno llevará al Congreso una ley que permita la regulación a nivel federal. Es decir, los 330 millones de estadounidenses, quedarán cobijados bajo esta ley.
Pero además, varios de ellos confirmaron algo que la “Comisión de Política de Drogas del Hemisferio Occidental de EE.UU” confirmó el mismo día: El Plan Colombia, que llegó a costar 11.600 millones de dólares, fue un rotundo fracaso en la lucha contra las drogas. En realidad no era una noticia novedosa. Lo hemos venido repitiendo hasta el cansancio. Después de 140 mil millones de dólares invertidos en esa guerra y después de 33 mil personas asesinadas en medio de esa lucha, todas las cifras se dispararon desde 1999 cuando empezó el Plan Colombia:
En 1999 los narcotraficantes producían 700 toneladas de cocaína, hoy producen casi 1.200 toneladas.
En 1999 había en el planeta 210 millones de consumidores hoy tenemos 280 millones de consumidores.
En 1999 había en Colombia 12 departamentos con sembrados de cultivos ilícitos, hoy tenemos 24.
En 1999 había 134 mil hectáreas sembradas con matas de coca, hoy tenemos 209 mil.
En 1999 el negocio del narcotráfico movía 320 mil millones de dólares y hoy mueve 650.000 mil millones.
De 1999 a la fecha, solo en Colombia, más de un millón de personas, entre ellas muchas mujeres cabeza de familia han ido a la cárcel por delitos conectados con la producción, distribución y consumo de drogas, con un costo cercano a los 10 billones de pesos por conceptos de captura y mantenimiento de este grueso número de detenidos.
En 1999 vivían, tenían sueños, cientos de lideres sociales asesinados por oponerse a los cultivos ilícitos en sus territorios.
Luego, lo verdaderamente novedoso, no es que sepamos que el Plan Colombia Fracaso. Ya lo sabíamos. Lo verdaderamente novedoso es el reconocimiento por parte de los mismos Estados Unidos del fracaso de su política antidrogas en Colombia.
Pero no solo los Estados Unidos reconocieron su fracaso en su lucha contra el narcotráfico a través del Plan Colombia. El Expresidente de Colombia y Premio Nobel de Paz, Juan Manuel Santos, encargado de la apertura de la Conferencia Internacional en nombre de la Comisión Global sobre política de drogas, a la que pertenecen entre otros, quince expresidentes de distintos países del mundo, sorprendió a los asistentes con una inesperada confesión: “Comprobé que la políticas basadas en la prohibición nunca van a ser eficaces. En el ministerio de defensa me tocó asperjar la mayor cantidad de hectáreas en la historia y no funcionó. A mí me correspondió firmar el mayor numero de extradiciones en la historia y no pasó nada, ahí siguen los narcotraficantes. De manera que esta experiencia personal me ha permitido concluir que me equivoqué creyendo que la mano dura era la solución al narcotráfico”.
Luego, el expresidente Santos agregó una cifra que se antoja infame: “Invertíamos 57.000 dólares para fumigar una hectárea de coca, cuyas plantas costaban 450 dólares… esto desde el punto de vista económico es irracional”
Inevitable detenernos aquí para imaginar lo que un gobierno sensato hubiera podido hacer con esta cantidad de dinero, si en vez de tirarlo a la basura y a los ríos lo hubieran invertido en desarrollo rural, en proyectos productivos, en la pavimentación de vías terciarias, en el mejoramiento de la vivienda rural y en la educación de los hijos de los campesinos. Tal vez se hubiera erradicado la guerra de los territorios y nuestros campesinos hoy serían prósperos y vivirían en paz.
Cualquier persona puede reconocer que se equivocó. Pero que lo diga alguien que fue ministro de defensa, alguien que ocupó durante ocho años el cargo de presidente de Colombia, significa un argumento valioso, contundente e irrefutable de cara al debate objetivo basado en evidencias, que daremos en los próximos meses en la plenaria del Senado para lograr la aprobación definitiva de la ley.
Como pueden ver, el mundo camina inexorablemente hacia la regulación. La Marihuana ilegal es hoy un reo caminando hacia el patíbulo. No hay nada que detenga la regulación. Se puede postergar, dos, tres, cinco años con un alto costo en vidas humanas pero no hay posibilidad de echar para atrás la inercia que está tomando la regulación. Otorgar a los consumidores marihuana de buena calidad, es un imperativo moral, social y hasta económico de la naciones. Ya no existe la camisa de fuerza que nos impedía regular unilateralmente por que los Estados Unidos ya están convirtiendo en oro el negocio de la marihuana.
De hecho, esta racha de buenas noticias empezó el 3 de noviembre con la elección de Joe Biden y Kamala Harris. Ese día, cinco estados de los Estados Unidos (Arizona, Nueva Jersey, Mississippi, Montana, Dakota del Sur y Óregon, aprovecharon las elecciones para refrendar en las urnas el uso de la marihuana lúdica. En New Jersey la votación en favor de la aprobación fue del 70% y por la cercanía de ese Estado con Pensilvania y New York, se espera que miles de consumidores de estos dos Estados se trasladen a New Jersey en busca de marihuana legal y que esta presión obligue a New York y a Pensilvania a acelerar sus procesos de regulación.
El caso de Oregon merece capítulo aparte. En este estado se despenalizó, no solo el consumo de cannabis sino también el de las demás drogas, incluidas sustancias como la cocaína y la psilocibina, principal ingrediente de varios hongos psicoactivos. Allí se eliminaron las sanciones penales por la posesión ilegal de drogas. Cabe aquí entonces la pregunta que le hiciera el expresidente Santos a una madre renuente a la regulación: ¿A usted le gustaría que su hijo fuera a la cárcel o a un lugar donde le podamos prestar asesoría médica y psicológica?
Y una pregunta mía. La que le hago a los padres que se alarman con el proyecto que presentamos: ¿Si por desgracia su hijo resultara adicto a alguna droga, a usted le gustaría que fuera a comprarla a una olla del narcotráfico, donde le mezclan aditivos químicos para generarles más adicción, o prefiere que la compre en un dispensario del gobierno con todas las garantías de seguridad?
En ambos casos un padre o una madre sensata, deberían responder que prefiere a su hijo entrando a un dispensario del gobierno que a una olla del narcotráfico con los consabidos riesgos para su vida.
Estos seis estados que el 3 de noviembre aprobaron la marihuana de uso recreativo, se suman a diez estados que ya habían regulado (Alaska, California, Washington, Nevada, Colorado, Míchigan, Illinois, Massachusetts, Mine, Vermont)
Las cartas están sobre la mesa. Los astros están alineados. Que hayamos realizado la Primera Conferencia sobre drogas en la semana más prolífica en noticias positivas sobre la regulación, nos hace ver el futuro inmediato con optimismo. Los conferencistas enriquecieron el debate. Los argumentos son irrefutables. Por ejemplo Diego Olivera exsecretario de la Junta Nacional de Drogas de Uruguay aseguró, con cifras en mano, que en su país, que fue el primero del mundo en regular, el consumo no se ha incrementado. Del mismo modo, demostró cómo se redujo la criminalidad asociada al consumo.
María Alejandra Vélez, directora del Centro de Estudios sobre seguridad y drogas de la Universidad de los Andes, citando un estudio de las universidad de Harvard y del Rosario, mostró evidencia suficiente para relacionar el aumento de la violencia en los territorios asperjados con glifosato. “Abadie et al (2013) encuentra que con la fumigación aérea (1999-2005) aumentó la violencia y la intensidad del conflicto en el corto y largo plazo: Aumentar en 1% el área asperjada, aumenta en 22% el número de ataques, aumenta en 24% el número de combates con las Fuerzas Armadas y aumenta en 16% asesinatos de civiles”
Gustavo Petro recordó que este flagelo es una respuesta a la exclusión social que nos ha puesto como un país narcotraficante que ha devorado la vida y la democracia. Recordó también que el alcohol y el tabaco, sustancias legales, son mucho más letales y peligrosas. Por ejemplo, el alcohol mata 3.3 millones de personas en el mundo y el tabaco 7 millones de fumadores, mientras la marihuana no mata una sola persona por sobre dosis y la cocaína mata 4.000 personas en los Estados Unidos, un país de 330 millones de habitantes, que no se pueden comparar con las más de 600 mil personas que han muerto en esta guerra.
En los Estados Unidos ha disminuido la criminalidad y tampoco se ha disparado el consumo. Por el contrario, los Estados que han regulado están llenando sus arcas de dinero lícito que retornan a sus sociedades en campañas educativas y de prevención y con obras para los más pobres. Solo entre California y Colorado se recaudaron 5.100 millones de dólares el año pasado. El mercado global de marihuana legal ya llega a los 22 mil millones de dólares.
Mientras tanto en Colombia, esta misma planta que en otros países genera miles de millones de dólares en impuestos y cientos de miles de empleos legales, 250 mil en Estados Unidos, aquí solo produce guerra, muerte, desplazamiento y cárceles atestadas de seres humanos sin oportunidades.
Entre tanto, los políticos conservadores siguen anclados en el mismo discurso que usaron los políticos de hace un siglo para proscribir injustamente a la marihuana: Es una droga maldita, la gente se vuelve loca, muchos hogares están destrozados porque sus hijos consumen, los niños se van a volver adictos. Los invitamos a reflexionar, a no generalizar porque el consumo problemático de la marihuana solo llega al 5% y a proteger a sus hijos porque en un sistema prohibitivo como el que tenemos, y cuyo fracaso ya ilustramos con suficiencia, el jíbaro no le pide cédula a los niños para venderles la droga. En un sistema regulado sí se le exigirá. Solo se les venderá a los mayores de edad. Así que los invito a leer estos argumentos sin prevenciones, pensando en las víctimas y en la paz.
Señores conservadores, entendemos sus preocupaciones que en algún momento fueran las mismas nuestras pero los invito a no detener la marcha de la humanidad. No queremos que nuestros niños se vuelvan adictos. Solo queremos regular las drogas que los acechan y que si un día, por alguna desafortunada razón, llegan a consumir, encuentren un Estado que los respalde, les brinde seguridad, les preste asistencia y les proteja la salud y la vida, en últimas el bien más preciado. No defendemos la marihuana, personalmente no me agradaría que mis hijos la consumieran, pero si llegaran a hacerlo, me gustaría que la pudieran sembrar en el patio de su casa o que la pudieran comprar en un dispensario del gobierno y no en una olla del narcotráfico porque ese poder económico que le damos al narco se devuelve contra toda la sociedad en forma de muerte, corrupción y una potente amenaza a la democracia.
*En aras de seguir enriqueciendo el debate, en una próxima entrega resumiré las ponencias de los demás participantes a la Primera Conferencia Internacional sobre Política de Drogas.