viernes, abril 18

El MIRA no mira las calles

Por: Germán Navas Talero y Pablo Ceballos Navas
Editor: Francisco Cristancho R.

No hay métrica que dispute la utilidad del dolor y de la desesperanza para el negocio de la fe.

Comienza la fiebre por las encuestas y con ello la campaña electoral. Sabido es que un mal resultado en una encuesta es suficiente para diezmar cualquier probabilidad de éxito, así sea en una muestra de 800 “ciudadanos” que representan (según la encuestadora) a 40 millones de votantes. Cada uno encuentra la encuesta que le gusta y los más afortunados pueden escoger la encuestadora que confirme su sesgo o que asista al propósito de descalificar al candidato de su desagrado. Ni lo uno ni lo otro es desconocido –tanto es así que en el humor político se habla de “Guarhumo”– pero hay un aspecto gracioso que puede escapar a la mayoría: las encuestas del MIRA.

Cada vez que el Congreso de la República se apresta a tomar alguna determinación, en el MIRA empiezan a consultar a su base, fácil de encontrar pues se congrega cada domingo en otra de las líneas de negocio de la organización político-empresarial. La reforma laboral, sin embargo, parece haber sido excepción a esta práctica: en el día de la movilización en respaldo de este proyecto, que congregó a miles de todos los credos, ningún encuestador del partido se vio por las calles.

¿Y para qué saldrían, si los líderes ya habían fijado su postura? Ni un atisbo de reflexión, mucho menos de reconsideración, suscitó en el partido encuestador tal demostración de apoyo ciudadano a la iniciativa que su senadora, Ana Paola Agudelo, contribuiría a hundir horas después mediante una ponencia de archivo en la Comisión Séptima del Senado. Germán participó en la marcha de apoyo al gobierno y a sus reformas, y en ella recordó a sus excolegas del MIRA gracias a la pancarta que exhibía otro manifestante y en la que se leía “es más mentiroso que una encuesta del MIRA”. A juzgar por la determinación de su congresista en el mismo día de las marchas, razón no le faltaba a este ciudadano.

La postura del MIRA –que hoy exhiben con orgullo en su página web– hace sentido al pensar en lo conveniente que resulta una población desesperanzada y privada de derechos para la otra línea de negocios de la familia Piraquive. Y es que sin duda es mejor para ellos ofrecer promesas de redención hasta el final de los días –previo cobro mensual del diezmo– que garantizar, con efectos inmediatos, una vida decente para su feligresía trabajadora. Deseamos que el castigo para la dirigencia del partido no espere al Juicio Final y se manifieste con intensidad en las próximas elecciones.

Adenda: silencio cerrado entre los comentaristas políticos colombianos –que pedían juicio político al presidente Petro por haber casado pelea con Trump– ante los acontecimientos recientes en el país del norte y que confirman, como ya lo afirman medios como The New York Times, que en Estados Unidos la democracia es cosa del pasado. Si así de temerosos son para reconocer el autoritarismo de un país extranjero, ¿sorprende a alguien todo lo que les acolitaron a los predecesores de Petro? Sus juicios y análisis bien pueden envolverlos en jabón y ponerlos bajo el grifo abierto.

Adenda dos: en estos días salió una noticia sobre algo que, además de obvio, debería ser razón suficiente para abandonar las botellas de plástico, el té en bolsa y el queso rebanado. Imagínense que en Estados Unidos vienen investigando desde hace más de 25 años la cantidad de microplásticos encontrados en tejidos corporales (cerebro, hígado y riñón) y el incremento de trazas tiene asombrados hasta a los investigadores. Aunque no hay consenso respecto de su capacidad lesiva, en algo sí hay acuerdo: es prudente reducir la ingesta de alimentos en los que suele haber microplásticos y reemplazar todo elemento de cocina fabricado con plásticos. Si alguna inquietud les dejamos, recomendamos la lectura de este artículo de The Guardian: Three essential things to know about microplastics – and how to avoid them.

Adenda tres: para los rusófobos una historia que conocimos esta semana. Un ciudadano colombiano arribó a territorio ruso sin toda la documentación que le era exigida y, en lugar de interrogarlo; maltratarlo; incomunicarlo o retenerlo, las autoridades de migración tranquilamente le negaron la entrada, previa explicación, programaron su vuelo de retorno y lo acompañaron, sin esposas ni empellones, hasta que llegó el momento de abordar. ¿Piensan ustedes que ese sería el trato dispensado a un connacional, en igual circunstancia, en Estados Unidos, máxime ahora que el desprecio a los latinoamericanos es legitimado y abiertamente incentivado por sus autoridades?

¡Hasta la próxima semana!

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