sábado, diciembre 14

El dolor de ser colombiano

Por Fabián Carpio /twiitter: @FisicoImpuro

¿Nacer en cierto país es una cuestión de azar o un “castigo” del destino o del universo? Quizás nunca sabremos la respuesta a esa pregunta, pero lo que sí sabemos es que no es una elección que podemos tomar libremente. La cuestión es de ser posible: ¿escogeríamos ser colombianos?

En algunas religiones orientales como el hinduismo se cree en la reencarnación y el Karma. Según el Karma, cada una de las reencarnaciones que hemos vivido está condicionada por los actos que realizamos en vidas pasadas. Si lo pensamos de esa manera, podría ser que nacer en un determinado país o en cierto contexto vendría siendo un acto de justicia divina o de “retribución cósmica” por el daño (o bien) que hicimos en una vida anterior.

Esto me lleva al siguiente par de preguntas: ¿qué tanto mal hicimos en una vida pasada como para merecer haber nacido en Colombia y vivir con este dolor que no es físico, pero sí es permanente y generado por lo que sucede día a día en nuestro país? ¿Será que en una vida anterior fuimos de extrema derecha? o lo que es peor ¿uribistas?

Pero antes de seguir con este escrito también he de decir que no todos los colombianos llevamos este mismo dolor sobre nuestros hombros. Lastimosamente vivimos en un país donde reina y gobierna dos de los males que tanto daño le ha hecho a esta nación: la indiferencia y la indolencia.

Dos malditas enfermedades que están bien representadas en carne viva por personas y políticos al estilo de Sergio Fajardo que, así como él, hay millones de colombianos que viven sus vidas inmersos en una burbuja de comodidad sin siquiera saber (o importarle) los horribles acontecimientos de corrupción y de sangre que bañan a todo el territorio nacional.

Estoy casi seguro que usted que está leyendo esta columna, conoce a alguien que nunca ha votado y que, además, ha recitado esa famosa frase que nos condena cada cuatro años al momento de elegir presidente y congreso: “yo no necesito votar porque gracias a Dios tengo mi trabajo, vivo bien y no necesito nada de los políticos”. ¡Indolentes!

Este dolor que estoy seguro que comparto con todos ustedes es propio de personas que, así como yo, no podemos dejar de estar pendientes de los hechos que acontecen en nuestro territorio. Somos tan masoquistas que todos los días nos levantamos a leer nuestros medios de comunicación alternativos y redes sociales con la esperanza de encontrar noticias que nos haga recobrar la fe en nuestra sociedad, pero en cambio lo que vemos es un baño constante de sangre, violaciones, narcotráfico, guerras y la más putrefacta corrupción enquistada en los más altos niveles del Estado Colombiano en cabeza de un inepto e inservible ser humano como lo es el “viejo ese” de Iván Duque Márquez.

Aunque no lo crean, a veces envidio a los uribistas y a la derecha en general. Envidio esa capacidad que tienen esos indolentes sin escrúpulos y faltos de valores para hacerse los de la vista gorda ante escándalos como la ‘Ñenepolitica’,  el bombardeo de niños ejecutado por el presidente de la nación, la violación de niñas y niños por parte del ejército, el asesinato sistemático de cientos de líderes sociales y excombatientes que firmaron la paz, los miles de falsos positivos, los perfilamientos e interceptaciones ilegales del ejercito a pedido del ‘Presidente Eterno’, y lo más reciente: la elección como presidente del senado de un tipo que no debate, no presenta proyectos de ley y que ni siquiera asiste a las sesiones del congreso porque se la pasa ocupado componiendo canciones y pidiendo incapacidades médicas.

Es ese nivel de indolencia e indiferencia lo que me hace tenerle envidia a la Derecha de este país; ahí es cuando uno entiende por qué son capaces de seguir adelante con sus vidas sin importar que el país se esté cayendo a pedazos, siempre y cuando sigan viviendo del Estado y de los contratos que se ganan por ser los ‘lavaperros’ del político de turno. Mientras tanto, el resto de nosotros tenemos que vivir con ese dolor de querer y luchar por un país decente a sabiendas de que un verdadero cambio para esta sociedad no va a llegar hasta que dejen de gobernar los mismos, es decir, hasta que este pueblo deje de ser una masa indolente e indiferente y aprenda a votar. Ese es el dolor que siento al ser colombiano.

 

“¡Pueblo indolente! ¡Cuán diversa sería hoy vuestra suerte si conocieseis el precio de la libertad!”.

– Policarpa Salavarrieta

 

Este artículo es de opinión, y como tal es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Cuarto de Hora.

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