Por: Germán Navas Talero y Pablo Ceballos Navas
Editor: Francisco Cristancho R.
No hay nada más peligroso que un político fanático y mitómano con fácil acceso a los medios de comunicación.
Muy mal negocio hicieron algunos en la oposición que, tras la elección de Petro como presidente, decidieron ahorrar en dólares pues según su querer esta divisa se encaramaría como consecuencia del pésimo gobierno de la izquierda. Aspiraban, incluso en desmedro del interés general, al alza en la tasa de cambio, con la cual ganarían unos pesos y demostrarían el éxito del movimiento antigobiernista. La cosa no les resultó, el dólar se ‘escutipló’ y prueba de ello es la tendencia de la TRM para la semana pasada, que llegó a valores por debajo de los que registraba el antecesor de Petro. A estos visionarios económicos habría que preguntarles –como a tuerto después de un mitin– “¿cómo les quedó el ojito?”.
En la semana que pasó se confirmó una terrible noticia para Bogotá: el Instituto de Destrucción Urbana (IDU, por sus siglas) tiene todo listo para destruir la carrera Séptima, vía icónica para los bogotanos y corredor indispensable para la movilidad del borde oriental de la ciudad. La Alcaldía Mayor pretende adjudicar el Corredor Verde en agosto, ignorando la oposición casi absoluta entre los ciudadanos y sin tener siquiera un plan de manejo de tráfico para el sector, por no hablar de los diseños. No olvidemos que la propia alcaldesa reconoció que no alcanzará a estar “estructurada” la intervención de la carrera 11, obra complementaria del TransMilenio por la Séptima pues por allí circulará el tráfico mixto que hoy discurre por la Séptima en sentido norte-sur. Resulta difícil comprender el desprecio que siente por la ciudad y por quienes en ella habitamos, lo cual nos hace preguntarnos, ¿acaso Claudia López no nació en Bogotá?
Parece que la alcaldesa López añora los estudiantes tuertos o quizá ya montó negocio con un oftalmólogo y está en busca de clientes. Hace unos días quiso fulminar la autonomía universitaria al pedirle a la Policía Nacional, de manera inconsulta con las autoridades de la Universidad Nacional, “mano fuerte” con los manifestantes. Fue tan excesiva su petición que hasta el director general de la Policía tuvo que desautorizarla en declaración ante los medios. Olvida esta política politiquera que la autonomía universitaria es un concepto bien asentado en la jurisprudencia constitucional cuya protección ha sido sostenida en el tiempo. Por lo visto, a la señora López no le ha bastado con malgobernar Bogotá y ahora pretende usurpar el cargo de rectora y romper a sangre y fuego el descontento social al interior del campus. Haría bien la alcaldesa siguiendo el consejo que muchos le han dado en los últimos días: “deje de ser lambericas”.
–De regreso al tema del transporte– Hay uno que otro que afirma, con gesto adusto y voz seria, que en razón del nivel freático del suelo bogotano es imposible construir un metro subterráneo. En opinión de estos ‘aneurónicos’ —neologismo de Germán que se refiere a aquel individuo que carece de neuronas— los túneles se inundarían por cuanto no resistirían la presión de las aguas subterráneas o terminarían invadidos por el producto de las fuertes lluvias. No se han preguntado estos personajes cómo ha sobrevivido el metro de Ciudad de México, construido en donde antes hubo una laguna; o el tren subacuático que une Francia con Inglaterra; así como los múltiples túneles que cruzan el río Hudson (Holland, Lincoln o North River, por mencionar algunos). Estos casos de éxito tendrían que bastar para declarar infundados los temores antes descritos.
Los autores de esta columna hemos hecho una investigación sobre la construcción de túneles –concentrando nuestros esfuerzos en las herramientas empleadas para los de trenes– y hemos descubierto, sin gran esfuerzo y sin necesidad de contratar asesores de Volvo, que la más utilizada en la construcción de metros subterráneos ha sido la perforadora o tuneladora. Lástima que en Bogotá solo podremos conocer un instrumento empleado para el metro de Peñalosa: el ‘serrucho’.
Y ya que hablamos de cortes y tajadas, fue noticia esta semana la apertura de una investigación por la justicia italiana respecto de una coima de 40 millones de dólares que presuntamente habrían recibido, entre otros, la exvicepresidente Martha Lucía Ramírez y el exministro Diego Molano, en el curso de unas negociaciones para la adquisición de helicópteros militares. La amiga del Fantasma, la Martuchis, se defiende como en la canción de Daniel Santos: “yo no sé nada, yo llegué ahora mismo, si algo pasó yo no estaba ahí”. Llama poderosamente la atención que al tiempo en que ella ocupaba el cargo de vicepresidente, la Presidencia de la República adquiriera un helicóptero de la firma que presuntamente pagó los sobornos. Ahora que Martuchis y Mamolano andan desempleados parecen haber olvidado todo, incluso los viajes que hicieron a bordo de esa aeronave en compañía de su jefe, el expresidente Iván Duque.
Para el cierre una buena noticia: aparecieron los cuatro niños sobrevivientes del accidente aéreo en Guaviare. Admirable la labor realizada por las comunidades indígenas y por el Comando de Operaciones Especiales del Ejército liderado por el general Pedro Sánchez, quienes unieron esfuerzos para encontrarlos. Nos queda la preocupación por la suerte de Wilson, el perro que acompañó a los militares en la búsqueda por tierra y cuyo paradero se desconoce a la hora en que enviamos esta columna. Ese perro sí que trabajó, a diferencia de la nuestra, que lo único que hace es empujarnos mientras se acomoda en el sofá. Para la muestra una foto:
Chisme que nos toca: el ideólogo de esta columna, Urías Velásquez, decidió abrir un programa de entrevistas cada jueves, a las 4:00 p.m., en el que se entretiene mamando gallo. Esta semana lo hizo con uno de los acá firmantes: Germán; y pueden escuchar su conversación dando clic acá. A Urías nuestro agradecimiento.
Frutas por el suelo: el director de la SAE, Daniel Rojas, le quitó a Jonathan Tamayo –alias Manguito– el hotel El Campanario, ubicado en Villavicencio. El predio perteneció hace unos años a Ismael Pantoja, narcotraficante contra quien se ejerció extinción de dominio, y como premio por su buena gestión en el Congreso el gobierno anterior se lo entregó al manzanillo Manguito; taimado congresista primerizo que, como recordarán algunos, se hizo elegir en la lista del petrismo y, una vez posesionado, se alineó con el Centro Democrático. Triste estará la senadora Cabal al enterarse de la pérdida del ‘veraneadero’ de su amigo. Por su parte los vecinos del lugar dicen que el mango está por el suelo. Lo cierto es que ese Manguito no administra bien ni siquiera los regalos.
Adenda: esta frase que trasuntamos, atribuida a Julian Assange, parece dedicada a la revista Semana: “casi todas las guerras de los últimos cincuenta años fueron resultado de las mentiras de los medios”.
¡Hasta la próxima!