Por Antonio Sanguino
Por aquellos tiempos, en la época de Uribe, algunos avezados analistas nos revelaron el inocultable cordón umbilical entre uribismo rural y uribismo urbano. El primero movilizó los entramados que articularon estructuras políticas, economías ilegales y bandas paramilitares. El segundo convocó el sentimiento antiguerrilla o el rechazo a la degradada violencia insurgente de las grandes ciudades. La fórmula les resultó exitosa. Ahora, de cara a las presidenciales del 2022 irrumpe un bloque de exalcaldes y gobernadores que pretenden presentarse como un proyecto de derecha urbana extraño al patrón del Ubérrimo. Pretenden repetirnos la dosis.
Agarraditos de la mano los hemos visto posando en exclusivos restaurantes. Enrique Peñalosa, Federico Gutiérrez, Alex Char y Dilian Francisca Toro, muertos de la risa acuden a sus cacareados “legados” como gobernantes territoriales para ofrecerse como una propuesta “independiente” y de “cambio” respecto a la derecha uribista. Toda una operación de simulación política con la que pretenden engañar a los colombianos. Intentan construir una plataforma que sea capaz de convocar a otros exgobernantes de capitales y departamentos reivindicando la “gerencia pública” aparentemente despolitízada y también simuladamente cívica y ciudadana. Dumek Turbay, Luis Perez, William Villamizar, Jorge Emilio Rey, entre otros, hacen parte de esta larga lista de invitados.
La independencia de este bloque respecto al uribismo y la política tradicional es un verdadero chiste. Todos, sin excepción, son fieles representantes de clanes políticos tradicionales de sus respectivas regiones. Nadie puede dudar de lo que representa Alex y los Char como clan de clanes del Caribe colombiano. Tampoco despierta ninguna duda el significado de Dilian Francisca como símbolo del clientelismo vallecaucano, ni la procedencia liberal de centroderecha de élite cachaca de Peñalosa. O las estructuras políticas gamonalistas que han podido construir Villamizar en Norte de Santander y Rey en Cundinamarca. Pero además, tales personajes y estructuras guardan un inocultable vínculo con Uribe. Tienen representación ministerial en el Gobierno Duque y todos se han reunido a manteles con el mismísimo expresidente para tejer la estrategia electoral que han puesto en marcha. Y todos adoran la “seguridad democratica” de los falsos positivos, aplauden la agenda económica y social de Carrasquilla, simulan entender los asuntos ambientales mientras acogen el negacionismo del cambio climático y sepultan con toneladas de cemento las perspectivas de desarrollo sostenible que constituye un clamor de la humanidad.
Si hiciéramos una rápida revisión de lo que venden como “herencias” de sus gobiernos descubriríamos la gran dosis de pasado de sus agendas gubernativas: fortalecimiento de relaciones clientelistas en el manejo de los asuntos públicos; captura de las grandes contrataciones públicas por intereses privados de todo tipo; desmantelamiento de lo público y privatizaciónde servicios básicos de salud, educación, agua potable, aseo, transporte; enfoques militaristas y policivos en la seguridad; desprecio por el derecho a la protesta ciudadana y políticas sociales residuales y miserabilistas para enfrentar la pobreza y la desigualdad, dejando todo ello a merced de “la mano invisible” del mercado.
Este bloque urbano del pacto del ubérrimo no se desmarcará de Uribe Vélez porque sencillamente esta atado esencialmente a su proyecto político y a los intereses que representa. Cualquiera de sus integrantes haría el mismo papel súbdito de Duque. Y todos gustosos lo protegerían y le harían caso como el uribismo urbano de los viejos tiempos.