Lo explico con plastilina
Por: Beto Coral
Iván Duque fue “elegido” presidente de Colombia por recomendación de su jefe Alvaro Uribe Vélez y haciendo promesas que a estas alturas las ha incumplido todas. Infortunadamente para Colombia acabar un conflicto armado de más de medio siglo fue una ilusión que se desvaneció rápidamente. A renglón seguido Duque dejó ver sus oscuras intenciones nombrando en su gabinete y cargos diplomáticos a personajes que con mediocres resultados ya habían ejercido en los gobiernos de Alvaro Uribe y otros. Citemos unos pocos: Nancy Patricia Gutierrez, Carlos Holmes Trujillo, Alicia Arango Olmos, Guillermo Botero, Francisco Santos, Alejandro Ordoñez y otros, siendo la cereza del pastel Alberto Carrasquilla como Ministro de Hacienda, ficha valiosa para él y sus financiadores, pero que le ha significado profundos perjuicios a la economía colombiana.
Si de algo se precian esos “destacados” funcionarios es de exhibir notorios y fugaces títulos de universidades internacionales, cuya gestión a la postre produce miserables resultados. Duque recibió un país en transición hacia la paz prometiendo poner sus energías para unirlo, pero pronto desvió su atención esquivando la búsqueda de soluciones a problemas nacionales, dedicando su tiempo y esfuerzo, como nunca antes se había visto a un presidente, involucrándose en asuntos de su vecino Venezuela.
Se esmeró en enredar la participación en política de las FARC, torpedear la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) como asegurando resquebrajar puntos de unión con su antecesor y su nueva postura con un acuerdo de paz al que jamás ha reconocido el valor que tiene como pieza fundamental para construir un nuevo país.
Incumpliendo y ahondando en una división profunda dejó de gobernar y dió la espalda a lo primordial, reduciendo sustancialmente la financiación a los programas de implementación de los acuerdos de paz. A cambio de cuidar a su propio pueblo, el mundo pudo ver al presidente de Colombia en la frontera con Venezuela en compañía del autoproclamado Juan Guaidó apoyando lo que denominaron un cerco diplomático.
Para Duque fue más importante la “operación Cucúta” de supuesta ayuda humanitaria, que cumplir el compromiso con la comunidad internacional que entregó recursos para la implementación y el apoyo a los reinsertados y las casi cien mil familias con las que se acordó la erradicación y sustitución voluntaria de cultivos.
Una de las promesas de campaña de Duque fue no subir los impuestos pero mediante la Ley de Financiamiento pretendió aumentarlos a personas naturales, pequeñas y medianas empresas y aunque con posterioridad la Corte Constitucional la declaró inexequible, quedó evidenciada su decisión de legislar en contra de la gran mayoría del país que finalmente son los que más impuestos pagan.
¿Cómo creer que Duque es títere cuando siempre brilla generalmente por su ausencia en asuntos importantes para el país?, pero si se trata de defender a su jefe político ha tenido iniciativa y claridad mental. Se escribiría un libro con las atrocidades y actos de negligencia del mandatario que quiere pasar agachado haciéndonos pensar que es un pelele sin personalidad dominado por la nefasta fuerza oscura de su jefe Uribe.
Cabe recordar que el 30 de agosto de 2019 su gobierno ocultó que durante operaciones militares en el Caquetá contra disidencias de las Farc, bombardearon y asesinaron siete niños o más.
Con el debate de moción de censura contra el Ministro de Defensa Guillermo Botero, el Senador Roy Barreras destapó la verdad y así se conoció que menores de edad entre 12 y 17 años habían sido asesinados.
En noviembre de 2019 por la profunda crisis que padece Colombia, los movimientos obreros, sindicales, estudiantiles y ciudadanos, llenaron las calles en paro nacional exigiendo la aplicación de sus derechos al trabajo, educación, salud y condiciones de vida digna, en respuesta fueron agredidos salvajemente por el Esmad.
Duque nunca ha mostrado intenciones de solucionar las justas demandas de los colombianos. Algunos perdieron la vida como Dilan Cruz asesinado brutalmente y muchos quedaron heridos y mutilados.
Para completar la nefasta situación llegó la pandemia y lo cambió y empeoró todo, demostrando que para Duque no son prioridad familias con hambre y sin opción de solventar sus necesidades básicas. Los dejó al garete esperando la ayuda para hacerle frente a los estragos causados por el covid 19.
Después de seis meses todo indica que a Duque le importa un carajo generar empleo, mitigar el hambre o auxiliar a los más afectados con la pandemia.
Desde su infame conciencia conoce muy bien qué debe hacer para cumplir el organigrama elitista de su gobierno. No le tiembla la mano para consolidar la corrupción absoluta desde todos los frentes y los que ven más allá de sus narices saben que Duque en dos años utilizó el presidencialismo extremo asegurando órganos de control bajo su control, en medio de un escenario de sangre y horror. Tenemos un presidente consciente de su papel y sobre todo de su compromiso con la élite.
Ante los ojos impávidos del país está terminando de enterrar los restos de la aparente democracia que moribunda se niega a desaparecer y con la decisión de todos podremos rescatar.
En dos caóticos años del mandato del “payaso” se multiplicaron estremecedoramente los asesinatos de líderes sociales, se masacran jóvenes que para Duque son “homicidios colectivos”.
Es innegable su pésima administración, a no ser que no conozcamos su expediente psiquiátrico que determine su incapacidad mental, pues lo que muestra es saber bien lo que hace, cómo lo hace, para dónde nos lleva y para quién trabaja. Sin que le tiemble la mano con la que juró defender la Constitución y las leyes de Colombia, toma decisiones que fortalecen el modelo neoliberal que beneficia a ricos y compañías multinacionales con exenciones tributarias, aumento de la deuda pública, desfinancia la inversión social, debilita la implementación de los acuerdos y planes de sustitución para beneficio campesino.
El inquilino de Palacio, el supuesto títere es un presidente monstruo que se parece a esas madres que reprenden y castigan a sus hijas cuando aterradas le confiesan que su padre o padrastro las agredió sexualmente mientras ella se va a trabajar y ésta no les cree y se limita a respaldar ciegamente al verdugo y de manera consciente toman la decisión de castigar a la hija por las atrocidades que le imputa al padre, prefiere no escuchar, tapar, ocultar, no darse por enterada y dejar que las cosas sucedan aunque con esa decisión condena a su hija a continuar viviendo una pesadilla de la que quizá nunca pueda recuperarse como ser humano y mucho menos como mujer.
Así es Duque un hombre inescrupuloso que utiliza su desvergüenza como hizo en Samaniego Nariño, llegando después de perpetrar una masacre y con el cinismo que lo caracteriza, caminar entre su gente que le exigía justicia, faltandoles el respeto levantando y celebrando con el punõ, desconociendo el sufrimiento y el dolor que sentían.
Eso de que Duque es marioneta del Ex presidente Alvaro Uribe que ni con detención domiciliaria deja de mover sus hilos, no es del todo cierto. Fue el escogido de un partido Político de sobrenombre “Centro demoniáco”, que tiene un plan macabro que desarrolla con toda perversión.
Queda el camino del voto y exigir transparencia al software de registraduría.
- Te puede interesar leer: ¿Quién mató a los 5?