Empiezo diciendo: Estoy aburrida ante el hecho que en redes no se pueda debatir, disentir, confrontar las ideas desde el argumento sino desde el ataque personal y la atarbaneria. ¡Terrible!
En particular no soy toda dulzura, y también se me ha corrido el shampoo una que otra vez. Pero llega un momento en la vida que uno piensa primero en el impacto y consecuencia con respecto a lo que se dice antes que en sostener dimes y diretes con el ánimo de menoscabar emocionalmente al otro(a), no queda de otra que respirar profundo, quedarse callada o decir bien dos o tres cositas y pa’ lante.
En redes la pelea tiene otro nivel porque las noticias falsas, la maledicencia, el lleva y trae; tiene niveles insospechados dado que muchas veces los verdaderos agresores se escudan en alfiles a su servicio, o si lo hacen en nombre propio son inagotables en sus apreciaciones calumniosas e injuriosas, por tanto en la red eso corre a velocidad luz.
Siento que como sociedad es poco el esfuerzo evidente por cuidar la palabra y su carga emotiva dado el signo trágico de violencia que cargamos por múltiples factores; hay cierto placer malsano por mostrarse en los chats de whatsapp, facebook, twitter, como pesos pesados de la mala palabra y ganar aplausos con ello. Otro(as) usan el golpe bajo con guante de seda pero igual existe la agresión, y vaya que si hay auditorio para aplaudir.
El disentir con argumento se vuelve motivo para burlas. Conciliar en pro de la sana convivencia y respeto mutuo ya parece hasta anacrónico. Y ni que decir cuando se trata de reconocer que el otro(a) tiene razones de peso en sus apreciaciones, Ahí el asunto es a otro nivel.
Así como vamos quedará reafirmado que no es el conflicto armado lo que más ha dañado nuestro tejido social, aunque abonó bastante, sino este asunto de ser tod@s producto de una conquista y colonización cargadas de violencia en todas sus formas y ahí si el miedo a la libertad, a ser y vivir en medio de la diferencia sin mayores temores hizo su agosto y dejó su huella indeleble. No hemos podido soltar el lastre de nuestra historia para dar el salto fuera de esa rueca perversa.
Suele suceder que ante las provocaciones deba decirme: ¡No te vas a dejar provocar!, máxime cuando veo la pobreza argumentativa de quienes nos agreden porque somos de tal o cual posición política u otra apuesta de vida por ejemplo, y es entonces ahí cuando surgen dudas sobre nuestro futuro como sociedad, porque la historia ha mostrado que quienes recurren a esas prácticas son en mayoría ejemplos de falsa benevolencia ante los problemas que les rodea. Se les conoce bíblicamente como sepulcros blanqueados.
Finalmente, es muy importante tener claro que nadie puede quitarnos el derecho a decir lo que se siente o piensas sobre tal o cual tema, circunstancia de vida, pero si es importante que el debate debe estar soportado en el argumento y la evidencia, con la buena palabra y actitud de respeto. Hablar desde el sentir, saber, experiencia le da altura a la confrontación de las ideas. Si eso no es posible simplemente como dice la canción: ¡pega la vuelta! sin temor. No podemos dejarnos enredar en peleas sin fin por redes. Al final no hay vencedor@s aunque se crea que es así y un aire de triunfalismo alimente el ego. El tiempo siempre habla y deja ver la verdad.
Desde El Rincon de Mochi.
Carmen Anachury Dia