lunes, febrero 10

De la Colonia no queda sino el adorno de Zarzuela

Por: Germán Navas Talero y Pablo Ceballos Navas
Editor: Francisco Cristancho R.

Lo peor que le puede pasar a un enano es crecerse, como les suele ocurrir a unos políticos que, luego de ser mencionados dos o tres veces en una emisora,se sienten líderes

Ha sido una semana llena de sobresaltos (y eso que esta columna se escribe antes de la posesión de Trump), ustedes sabrán por qué. Entre tantas malas noticias, nos alegramos por la llegada a la televisión pública colombiana del programa La Base, liderado por el brillante Pablo Iglesias en compañía de Inna Afinogenova y Manu Levin. Es un soplo de aire fresco en medio de la programación sosa, exigua y llana que ofrece la competencia privada. Y nos place más su llegada al considerar quienes la critican: la derecha local está ardiendo y sindicando al gobierno de un plan para “ideologizar” a los colombianos por medio de la señal pública, por supuesto desconociendo que no es la primera ni será la última vez que el sistema de medios del Estado adquiere para su parrilla contenidos producidos en el extranjero. 

Nuestras felicitaciones a los responsables en RTVC y a quienes producen La Base, un formato de opinión que creemos conquistará una audiencia intelectualmente formada e interesada en la discusión pública, misma que, aunque minúscula en el país, tiene el derecho a recibir productos periodísticos de calidad a través del canal público. Ojalá aprendamos de Iglesias, Afinogenova y Levin, ahora que podremos verlos semanalmente, a enfrentar la verdad y a nombrar el pan como pan y el vino como vino. 

Puede que la derecha esté ofendida porque los responsables de RTVC en un gobierno de izquierda no contrataron a Agustín Laje, al pastor Silva o a cualquier otro de sus altoparlantes para que esparcieran los disparates que les agradan. O puede que lo que tenga realmente molesta a la senadora María Fernanda Cabal sea que no firmaron contrato con la agencia de noticias falsa que presuntamente coordina, según lo reportó el medio Cuestión Pública en una investigación titulada “La mercenaria digital de Colombia se llama María Fernanda Cabal y quiere ser presidenta”, y a la que pueden acceder dando clic acá.

En línea con la piedra de los godos de la parroquia, grata y hermosa se ofrece la molestia de los españoles con ínfulas de conquistadores (que desafortunamente no son pocos ni irrelevantes) tras la decisión de la presidente de México, quien no extendió invitación a su posesión para el señor aquel que tienen con el propósito de atender fiestas y de ofender, cada vez que tiene oportunidad, al país que lo recibe. 

Recordarán ustedes el desaguisado que tuvo el señor rey con el expresidente Andrés Manuel López Obrador, si no aquí se lo contamos: resulta que AMLO envió una misiva oficial al jefe de Estado español en la que, surtido un generoso recorrido histórico, solicitó –previa renuncia a acciones judiciales posteriores– que tuviera la majestad de admitir “su responsabilidad histórica por estas ofensas” perpetradas contra los mexicanos durante la Colonia y, consecuentemente, ofreciera “las disculpas o [los] resarcimientos políticos que convengan”. Al destinatario no le alcanzó el título que ostenta siquiera para contestar rehusándose, en clara muestra de la verticalidad con la que cree ha de regirse la relación bilateral.

En vista de este desplante, con tino y a muy buena hora la presidente se limitó a invitar a un representante de las autoridades democráticas españolas, como quiera que aparentemente en Zarzuela ya no hay quien atienda. Regocijo produce que haya líderes como Sheinbaum en Latinoamérica, conocedores de su historia; dignos y dispuestos a reivindicar la memoria y la soberanía de su país. Y no deja de sorprender que un adorno, una pieza decorativa cuyo oficio es poner la cara en donde le digan, tenga la virtualidad de suscitar conflictos diplomáticos cuando deja de hacer lo único que le corresponde. Con este cuento vamos entendiendo de dónde proviene la tolerancia –o tácita aceptación– de nuestra sociedad con la mediocridad, la chambonería y la desidia.

¡Hasta la próxima!

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