viernes, diciembre 13

Corferias: un elefante blanco

Por: Heidy Sánchez 

En marzo el Distrito estructuró 4 fases para implementar progresivamente la respuesta del sistema de salud a la pandemia, donde era necesario fortalecer el mismo, primordialmente a través de aprovisionar la ciudad con UCI, aprovechando la fase de contención-cuarentena y poder estar preparados para la siguiente fase de mitigación. Los cálculos se realizaron partiendo de una tasa de contagio inicial de 2.68, teniendo en cuenta los primeros casos registrados localmente, cuando todavía nos encontrábamos en actividad habitual. Por este motivo se estimó la necesidad de contar con 5.401 camas UCI COVID-19 disponibles para dar una atención adecuada a la emergencia.

En función de cumplir con la habilitación de UCI bajo la demanda proyectada en este primer cálculo, se estableció como fundamental la adecuación de camas existentes en hospitales y el traslado de 2.000 pacientes hospitalizados por enfermedad de baja complejidad a Corferias, esto último con el objetivo de ampliar la disponibilidad de UCI-COVID 19, razón por la que se debía convertir a Corferias en un Centro Hospitalario Transitorio con dicha capacidad. Sin embargo, posteriormente la estrategia se ajustó.

Una vez se pasó a la etapa de confinamiento, el comportamiento epidemiológico de la pandemia evidenciado en abril y mayo por obvias razones manifestó una disminución en la demanda de servicios y un freno en la ocupación hospitalaria. La razón de transmisión disminuyó quedando en alrededor de 1.1, lo que el Distrito utilizó para argumentar un cómodo nuevo cálculo de necesidades relacionado con la respuesta en salud. Bajo las medidas de confinamiento ahora se demandaban un poco más de 3.000 camas: 2.000 camas UCI y 1.000 hospitalarias para pacientes severos. El único cálculo que no cambió fue el de Corferias, pues en este se siguieron demandando las 2.000 camas.

Estas 2.000 camas en Corferias se argumentaron puesto que además de las 2.000 UCI estimadas, se calculó que para la hospitalización de pacientes COVID-19 que requirieran aislamiento se necesitaban 1.000 camas dentro de las IPS públicas y privadas. Es decir, todo el plan demandaba 2.000 camas para la expansión y/o reconversión: 1.000 para habilitación de UCI y 1.000 para aislamiento, cupos que se abrirían en las IPS trasladando 2.000 pacientes con enfermedad general al mismo número de camas gestionadas a través del Centro Hospitalario Transitorio de Corferias. Sin embargo, la realidad fue otra demostrando una vez más la pobre ejecución por deficiente gestión con la que la administración distrital ha manejado la respuesta en salud a esta crisis, obligando a la ciudad a recorrer el camino más costoso en términos sociales y económicos.

Por un lado, hay que recordar que ya termina septiembre y todavía no tenemos las 2.000 UCI a pesar de que el tiempo para su adecuación se venció en mayo (según plan de la Administración), y que estas 2.000 resultan insuficientes de cara a una reapertura que puede derivar en un rebrote que conlleve a un aumento en la velocidad de contagio, que la haga equiparable o mayor a la velocidad con la que se realizó el primer cálculo de necesidades en marzo. Por otro lado, en relación con Corferias, ligado al incumplimiento del plan de expansión y/o reconversión, este Centro Hospitalario Transitorio inició con la disposición de 50 camas de hospitalización de mediana complejidad para el servicio de medicina interna en mayo, y así permaneció hasta finalizar junio, es decir, al 2.5% de la capacidad prevista.

En Corferias se inició trasladando pacientes de la red pública y la idea era ir aumentando progresivamente su capacidad, acorde al comportamiento de la demanda, hasta llegar a contar con 2.000 camas hospitalarias, misma capacidad demandada por el primer y segundo cálculo realizado de las necesidades de la ciudad para dar respuesta en salud a la pandemia. Para esto, la Alcaldía en conjunto con la Subred Integrada de Servicios de Salud Centro Oriente firmaron un contrato con Corferias, que es una sociedad de carácter privado, donde se comprometieron a cancelar $200 mil millones de pesos para materializar el plan, de los cuales 20 mil millones ya se habían pagado en junio. En casi dos meses de funcionamiento, en Corferias se hospitalizaron un total de 99 pacientes para su manejo médico, donde a finales de junio se encontraban solamente 19 internados. Es decir que cada paciente le costó al Distrito un poco más de $200 millones de pesos.

Obviando los cálculos acomodados y la incapacidad administrativa del Distrito, contando con esta baja demanda, las inquietudes que surgen son: ¿no hubiera sido más funcional la adecuación del Hospital público San Juan de Dios para brindar esta atención, como insistimos desde el principio de la emergencia, en vez de pagar esta millonaria suma en beneficio de un privado? Utilizando las instalaciones públicas del San Juan: ¿no hubiera sido menos costoso el tratamiento a estos 99 pacientes y lo invertido tendría un mayor impacto y duración para los servicios de salud en el Distrito?

En resumen, acorde con el segundo cálculo de requerimientos, nunca se necesitaron las 1.000 camas de hospitalización general en Corferias para que las IPS pudieran contar con esta capacidad extra a su interior para pacientes con COVID 19 que requirieran aislamiento, ni tampoco se demandaron las otras 1.000 camas de hospitalización general en Corferias para abrir cupo en los hospitales a la habilitación de UCI pues como ya hemos afirmado varias veces el Distrito no ha podido cumplir con las metas que se trazó al respecto. Esta situación evidencia la improvisación en planificación y ejecución de la respuesta en Bogotá a la pandemia en términos administrativos, así como un incumplimiento por parte del Distrito, al tiempo que en el caso de Corferias se hace explícito un posible despilfarro de los recursos públicos. ¿Cómo se medió esta situación para que no se desbordara en términos de salud? prologando el confinamiento de diversas formas para mantener una razón de contagio baja que no desafiara la falta de gestión ante pronóstico hecho, con las consecuencias desastrosas que esto trae en términos económicos y de salud mental para la ciudad.

Alegra que Corferias nunca se saturó, pero no fue por la desacertada respuesta instaurada por el Distrito como lo ha afirmado en reiteradas ocasiones la Administración, pues su saturación en primera instancia significaba la efectividad en el fortalecimiento del sistema de salud en términos de UCI, lo que demandaba el traslado al Centro Transitorio de pacientes que ya estaban hospitalizados por enfermedad general en una IPS. Esto fue lo que verdaderamente no se cumplió y por eso disentimos del manejo y lógica aplicada por la Alcaldía. Fue la incapacidad de gestión principalmente de UCI lo que bajó la demanda real en Corferias y se remplazó por la prolongación de la cuarentena en perjuicio de la salud social y económica de la ciudad.

Pero hecho el contrato en beneficio del privado y bajo el miedo de quedar mal ante la opinión pública, sin objetividad, planificación rigurosa y una respuesta adecuada, para continuar pagándole a Corferias y ocultar el posible despilfarro, en julio se le dio una nueva funcionalidad al Centro Hospitalario Transitorio. Se siguió argumentando la necesidad de las 2.000 camas, pero esta vez no solo se aceptarían pacientes hospitalizados previamente en una IPS por enfermedad general, sino que se recibirían pacientes candidatos a requerir hostilización por enfermedad general y pacientes con COVID 19 asintomáticos y/o a aislar, repartidas así: 669 camas para pacientes NO COVID-19; 263 camas para aislamiento; y 1020 camas para pacientes COVID-19 asintomáticos. A pesar de este cálculo y cumplidos 3 meses, Corferias solo tenía capacidad instalada para 372 pacientes a principios de agosto, es decir, 18% de la capacidad prevista. La reapertura empezó el 27 de agosto y lo fáctico es que nunca se adaptó lo proyectado y, por lo mismo, nunca se necesitó la capacidad estimada para Corferias, se prolongó la cuarentena a costillas de la ciudad, mientras se siguió pagó una millonaria suma a un ente privado, todo lo que representa el peor error en la gestión de la respuesta en salud a la crisis.

Actualmente estamos en el proceso que la Administración ha llamado “nueva normalidad”, donde la reapertura de actividades económicas y recreativas crean la posibilidad de un rebrote y la necesidad de un nuevo confinamiento total, dado que la capacidad instaurada no sabemos si va a ser suficiente para la atención de la enfermedad causada por el coronavirus. Si se trata de aceptar errores y corregir para garantizar una adecuada reapertura y mitigación de la pandemia, creemos que son necesarias 3 medidas urgentes:

 

  1. Hacer una rendición de cuentas pública y clara de los planes de Corferias y demostrar por qué no hubo un detrimento patrimonial en favor de un privado, con tal de brindar total transparencia a la ciudadanía.

 

  1. Ajustar los cálculos y proyecciones, de tal forma que se tenga certeza, incorporando la experiencia, de cuántas camas hospitalarias extra se necesita para que se puedan habilitar las camas UCI y de aislamiento que hacen falta en los hospitales existentes bajo el objetivo de garantizar la reapertura, sin descartar la posibilidad de un rebrote con una velocidad de contagio considerable y sin perder de vista el primer cálculo realizado en marzo.

 

  1. Dentro de este nuevo plan, es necesario privilegiar la inversión de los recursos en el fortalecimiento del sistema público, incluido el Hospital San Juan de Dios, antes que el favorecimiento a un privado. Esto con tal de preparar la mejor respuesta para la “nueva normalidad” y los riesgos que representa en términos de salud con razón de la permanencia de la pandemia en el territorio.

Esperamos que este sea el camino escogido por la alcaldía en beneficio de Bogotá y toda su población.

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