Por: Jaime Gómez / Analista Internacional – Vocero en asuntos de política exterior del partido Iniciativa Feminista de Suecia
El director general de la Organización Mundial de la Salud -OMS-, Tedros Adhanom Ghebreyesus, ha advertido que el mundo se enfrenta a un “catastrófico fracaso moral” si los países de altos ingresos monopolizan el suministro de vacunas contra el nuevo coronavirus en detrimento de países de bajos ingresos.
Es una declaración que tiene una base sólida para ser expresada. Ya en noviembre de 2020, los países asociados se reunieron en la Organización Mundial de Comercio -OMC- para discutir, entre otros temas, las propuestas de India, Sudáfrica, Kenia y Esuatini de que los países de altos ingresos renuncien a las patentes y los derechos de propiedad intelectual y así permitir la importación o fabricación de esta vacuna a costos más bajos. Fueron los países de altos ingresos los que hicieron imposible llegar a un acuerdo sobre este tema.
El pasado 4 de febrero en una nueva reunión, la OMC volvió a discutir el mismo tema. Tampoco fue posible llegar a un acuerdo porque los países del norte global insistieron en proteger los intereses de la industria farmacéutica. El principal argumento era que una prohibición, detendría la innovación en las empresas farmacéuticas al privarlas del incentivo para realizar grandes inversiones en investigación y desarrollo. Este razonamiento huele a lo largo y ancho a neoliberalismo. Es extremadamente preocupante que países como Suecia, cuyo primer ministro ha expresado que “el acceso global igualitario a la vacuna covid es de máxima prioridad” no haya brindado su apoyo a esta propuesta. Las acciones del gobierno sueco no son compatibles con una política exterior feminista como continuamente pregona.
El titular de la Organización Mundial de la Salud expresó su sorpresa de que se hayan distribuido 39 millones de dosis de vacuna covid en al menos 49 países de altos ingresos, mientras que solo se han distribuido 25 dosis en uno de los países de bajos ingresos del mundo. “No 25 millones, no 25.000, sino sólo 25”, subrayó en un discurso en una reunión de la junta de la OMS en Ginebra.
Lo que está sucediendo muestra claramente las terribles consecuencias cuando una visión colonial se hace cargo de un tema que, por su propia naturaleza, requeriría de una perspectiva de justicia global. El colonialismo saquea no solo los recursos de los países sino también arrebata vidas humanas, cada día que la población no tiene acceso a la vacuna. Amnistía Internacional ha recordado que la legislación internacional sobre el derecho comercial y los derechos humanos es muy clara en cuanto a que los derechos de propiedad intelectual nunca deben aplicarse a expensas de la salud pública. Y lo que está sucediendo es exactamente lo contrario. Los intereses económicos de los grandes conglomerados de la industria farmacéutica se priorizan a expensas del interés público de garantizar el derecho de todas las personas al acceso a la salud y por ende a la vacuna. ¡Es la dictadura de las multinacionales!
Según CNN, con todas las dosis de vacunas que se están distribuyendo, implica que la UE podrá vacunar a su población dos veces, el Reino Unido y Estados Unidos cuatro veces y Canadá seis veces. Al mismo tiempo, los países de bajos ingresos solo podrían vacunar a un máximo del 20 por ciento de la población en 2021. ¡Es una vergüenza que esto esté sucediendo!
De allí que sea entendible la preocupación de la organización “Médicos Sin Fronteras”, la cual comparto, cuando advierte de las devastadoras consecuencias para la salud de los países de ingresos bajos y medianos si no tienen acceso inmediato a la vacuna covid-19. ¡Es un terrible escenario que puede ser evitado!
Es muy claro que el colonialismo continúa marcando las relaciones entre los países del mundo. Las inaceptables brechas económicas entre el norte y el sur globales promueven la continuación de las relaciones de poder colonial. Las consecuencias de una economía mundial desigual son una de las mayores amenazas para la salud y el desarrollo. Es el sistema de poder patriarcal global el que alimenta las tendencias nacionalistas con esta vacuna y refuerza nuevas formas de opresión colonial.
Quienes nos consideramos luchadores por la democracia, debemos apoyar la propuesta que fuerzas progresistas y organizaciones de la sociedad civil en todo el mundo impulsan, según la cual las vacunas deben definirse como un bien público que no puede ser objeto de especulaciones o comercialización que genere ganancias para las grandes empresas de la industria farmacéutica a costa de la salud de los seres humanos. Las empresas multinacionales dictan las condiciones que deben reinar en las relaciones comerciales internacionales, lo que conduce a la violación de los derechos humanos y los derechos de la naturaleza. Es hora para que la sociedad civil exija a los gobiernos, que trabajen para eliminar los derechos de patente sobre la vacuna. Es una cuestión de democracia, derechos humanos y de justicia global.