Si hay algo en lo que podemos coincidir los colombianos es en que la semana pasada estuvo bien movida. Tuvimos el privilegio de asistir a la multitudinaria manifestación en apoyo al presidente Petro y en respaldo a los trabajadores, quienes por primera vez en décadas cuentan con un aliado en la jefatura del Estado. La demostración, prevista para ocupar la Plaza de Bolívar, se extendió por la carrera séptima y varias calles vecinas, pues la gente simplemente no cabía. Razón no le faltaba al Presidente de la República cuando dijo que “no llenamos la plaza […], llenamos el centro de Bogotá”.
En proporción semejante a nuestra alegría, la derecha no supera el desconcierto tras presenciar el apoyo constante; confiable y masivo al gobierno. Voces de la oposición, la mayoría locuaces y un par de sensatas, habían pronosticado el fracaso de la movilización convocada por el presidente Petro en un momento crítico para su gestión: unas demostraciones masivas lideradas por individuos y colectivos cada vez más radicales y violentos, que llaman sin miramientos al golpe de estado; a un “paro cívico” que conduzca a la dimisión del gobierno o –los más decididos– al magnicidio del presidente o de algunos ministros de su gabinete.
Haciendo memoria, Germán no recuerda un episodio semejante en sus ochenta y tres años de vida y poco menos de ochenta en uso de razón: que ad portas de iniciar el segundo año de gobierno, con todo en contra y no pocas dificultades en el trámite de su agenda legislativa, miles de ciudadanos en todo el país decidan manifestar su apoyo al presidente y a su gobierno. Además de emocionante, esta expresión de confianza es un llamado a cumplir el mandato popular con diligencia, rectitud y premura.
Creemos en que un gobierno que se autodenomina “de cambio” no puede consentir siquiera la sospecha de corrupción y por ello recibimos con beneplácito la decisión del presidente Petro de separar del cargo de consejera presidencial a Sandra Ortíz, quien se ha visto comprometida por las denuncias de un exfuncionario de la Unidad de Gestión de Riesgos. No será fácil ni popular, pero el gobierno debe purgarse de unos cuantos que, además de zalameros, habrían salido corruptos.
Y hablando de zalameros y corruptos, ¿qué quedará del partido “Alianza” Verde para el día en que se publique esta columna? Al terminar el lunes, dos de sus “líderes” habían renunciado a la afiliación y se especulaban varias salidas más. Visto lo visto, para el final de la semana solo quedará Jota Pe, consentido de las muñecas y quien hace gala de su ignorancia cuando denosta del movimiento político que entregó su merecida personería a la fábrica de avales con la que se hizo elegir senador, y el artero Iván Name, ahora hundido hasta las gafas por las denuncias del mismo exfuncionario que le quitó la silla a Sandra Ortíz y, con suerte, le llevará al mismo destino.
Para el infortunio de Jota Pe y Name, hay otro que no suelta esa tolda y es el joven Sastoque, quien con el paso de los años se ha convertido en un astuto gestor de puestos, ahora caído en desgracia tras la salida de su madrina mágica del Palacio Liévano. Como lo anticipó Germán, el partido “Alianza” Verde se quedó biche y ahora amenaza su caída antes de alcanzar la madurez. Compadecemos a los lagartos que se quedarán sin sede y advertimos a los demás partidos por el elevado riesgo de que arriben en desbandada. “Secuestrado el Partido Verde”, dijo una senadora la semana pasada, ¿pero cómo se retiene algo que no existe?
Siguiendo con los impresentables, nos resulta penosa; deshonrosa con su trayectoria académica y propia del más mañoso la conducta del candidato a rector –y autoproclamado rector– Ismael Peña. ¿Cómo se atreve a mancillar el nombre de la Universidad Nacional de Colombia con un espectáculo burdo de golpe institucional por vía notarial? Si está tan convencido de que fue elegido conforme al procedimiento, preséntese en el despacho del rector y tome posesión del cargo o espérese a que se surta el trámite de designación por parte del Ministerio de Educación. Su patochada fue rápidamente desvirtuada y hasta emulada por una tríada de ingeniosos estudiantes que acudieron a la misma notaría y, con la calca del documento privado suscrito por el profesor Peña, nombraron a uno de ellos como rector de la institución. Lo cierto es que la mejor universidad de Colombia se merece algo mejor que esto y su futuro con Peña a la cabeza se ve en entredicho pues, como dice el refrán, quien mal anda mal acaba.
Adenda: coincidimos con el abogado defensor del presidente, doctor Mauricio Pava, en que el Consejo Nacional Electoral no es competente para investigar al primer mandatario. Entreguen el expediente al juez constitucional y permitan que la Comisión de Acusaciones e Investigaciones de la Cámara haga lo de su cargo.