Por: Andrés Camilo Rodríguez Castillo
Se cumple un mes desde que se vivió la masacre en Bogotá, que dejó el lamentable saldo de 9 muertes y cientos de heridos por la violencia policial; el 9, 10 y 11 de septiembre, representa la memoria de las personas asesinadas por la fuerza pública, que eran jóvenes fundamentalmente, pero también, tiene un significante adicional, y es, la posibilidad de reivindicar la calle como un escenario vital de la transformación y la construcción de los cambios sociales. En definitiva, está siendo la calle una opción, una salida y una esperanza para la democracia en medio de la turbulencia nacional.
La última década ha estado marcada por profundas rupturas globales en las regiones del mundo, pero en especial en Latinoamérica; la inestabilidad geopolítica, la amenaza constante de conflictos bélicos, las preocupaciones económicas, el exceso de acumulación de riqueza, la profundización de la precariedad laboral, las deficiencias para afrontar el cambio climático y la crisis ecológica, así como el déficit en la gobernanza tecnológica son algunos de los retos globales a los que nos enfrentamos como humanidad, pero a su vez, son estas rupturas las causantes de incrementar fenómenos autoritarios y relatos de violencia sistémica que tensionan las dinámicas sociales internas de muchas naciones en la actualidad.
Entre el 2010 y 2012 la primavera árabe da inicio a una ola global de protestas contra expresiones que solo vienen profundizando la crisis global y que representan, sin duda, una frustración absoluta con las elites políticas. Entre el 2014 y 2017, el derrocamiento de Yanukóvich en Ucrania y el 15M en España emergían paralelamente al surgimiento de circunstancias en el mundo como la guerra en Siria y el califato del Estado Islámico, la guerra en el Donbás y el resurgir del poderío ruso, el accidente nuclear de Fukushima, la inestabilidad y tensiones en la Unión Europea, la tensión entre EEUU y China por la hegemonía mundial y las implicaciones del #MeeToo, son solo algunos de los hechos más significativos de la década que han generado algunos focos de protesta como lo son, por su parte, en el Oriente Medio (Irak, Líbano, Irán, Argelia), en Europa (Cataunya, Francia y Reino Unido) y en Asía (China y Pakistan). En América Latina, la crisis económica y política después de la muerte de Chávez en Venezuela, la salida de Correa y la burla de Lenin Moreno en Ecuador, la crisis social y el proceso de la nueva constitución en Chile, El golpe de Estado a Evo en Bolivia y, por supuesto, la difícil transición política de Colombia producto del acuerdo de paz y auge de la indignación de múltiples sectores de la sociedad.
En este país, a lo largo de los últimos 10 años, han surgido fenómenos políticos y contradictorios como el del auge en las movilizaciones y luchas sociales, el surgimiento y ascenso de nuevas fuerzas de izquierda enmarcadas en una agenda en defensa de la paz, los resultados de un proceso electoral cambiante y favorable al crecimiento de las expresiones democráticas, una política internacional enmarcada en la superación del conflicto y la inversión extranjera, un incumplimiento estructural por parte del gobierno de Iván Duque de los acuerdos, una fuerte ola de violencia política y del uribismo como manifestación autoritaria, esto de la mano de una agenda neoliberal y guerrerista. Alrededor de esto, la paz en Colombia se encuentra en un tránsito profundo surgido de una disyuntiva entre la posibilidad de transformaciones sociales democráticas o, por otro lado, continuar en la consolidación de una agenda económica que en medio de la crisis de la pandemia acrecienta las desigualdades y el abismo nacional.
No obstante, existe un viraje que contribuyó al incremento de las expresiones populares, organizativas y su agenda de movilización, por medio de la ampliación de unas agendas enmarcadas en un relato de paz y construcción democrática. Y esto, ha sido a pulso en la calle.
Entre el 2010 y el 2013, surgieron expresiones del Movimiento Social con un amplio alcance nacional que se enmarcaban en la construcción de una serie de reivindicaciones en el nivel territorial, sectorial y gremial; dentro de estos movimientos podemos ubicar el Movimiento Social y Político Marcha Patriótica-MP, el Congreso de los Pueblos-CDP y la Cumbre Agraria, Campesina, Étnica y Popular-CACEP, esta última intentó aglutinar las diferentes expresiones y agendas del Movimiento Social; en el ámbito estudiantil se evidenció la creación de la Mesa Amplia Nacional Estudiantil-MANE, hoy convertida en la Unidad Nacional de Estudiantes de la Educación Superior- UNEES.
También se encontró un auge de movimientos de alcance local, territorial y sectorial como lo son las expresiones de los movimientos urbanos, ambientales, de víctimas, de mujeres, LGBTI, rurales, sindicales, de los DDHH, étnicos, entre otros muchos, que se fueron fortaleciendo en su accionar político mediante reivindicaciones específicas y movilizaciones particulares, lo que permitió ir generando una identidad política en el marco de la progresiva edificación de una agenda de paz. No se puede dejar de lado en este panorama, las movilizaciones más grandes que se han tenido en los últimos quince años en el país, que marcaron diferencia por el nivel de indignación social que se manifestó; como ejemplos es posible ubicar los ejercicios de paro nacional de 2012 y 2013, las movilizaciones que se vienen generando desde el 2014 en defensa de la paz, las movilizaciones en regiones como el Cauca, el Catatumbo o Boyacá así como las expresiones urbanas de organización y movilización que han comenzado a surgir en la última década en ciudades como Barrancabermeja, Buenaventura, Popayán, Cali, Medellín y Bogotá, recientemente, desde el 21N en 2019, y lo corrido del 2020, hasta llegar a las protestas sociales del 9, 10 y 11 de septiembre. Esto en su conjunto, representa el auge del Movimiento Social y sus luchas a partir de una profundización del modelo económico nacional que ha intensificado la desigualdad y la pobreza, como se evidencia en las reivindicaciones cada vez más situadas que han realizado las diversas expresiones del Movimiento Social.
Cada uno de estos escenarios mundiales y nacionales, están marcados por una serie de contradicciones entre proyectos políticos autoritarios y democráticos, que en medio de una interrelación producto de los retos globales ha multiplicado la movilización social como posibilidad transformadora, que requiere de una otredad y aprender los unos de los otros; porque es éste, un momento particular y universal, que nos atraviesa de forma común, porque está en juego la democracia.
Hoy se están perdiendo las variables fundamentales de los pesos y contrapesos del Estado, hablar hoy de una dictadura, aparte de ser un estado de opinión común, es una expectativa oscura de la actualidad de diferentes naciones y en especial de Colombia; el relato autoritario crece, pero también, debe confrontarse en medio de las dificultades que se imponen por el uso de la violencia sistemática contra la sociedad.
Por esto la sociedad civil juega un rol histórico global y un protagonismo especial en Colombia, que debe continuar con mucha esperanza, mucho amor y mucha calle, porque hoy, está en riesgo la democracia, está en juego la vida.