viernes, enero 24

ANHELANDO A EGIPTO

Por: Juan Luis Vega Salazar

Es poco conocido que no todos los israelitas siguieron a Moisés en su travesía hacia la tierra prometida, y menos aún lo es que un buen número de los que lo siguieron, clamaron por volver a sus cadenas en Egipto, pues pensaron que era mejor regresar, que estar deambulando en el desierto tras la idea de que, pronto, las cosas cambiarían para ellos. El tema es particularmente interesante si tenemos en cuenta que ese grupo de personas presenciaron milagros y cosas sobrenaturales, las cuales daban certeza de la existencia de la divinidad. Con todo y ello, muchos prefirieron el retorno a la esclavitud.

¿Qué diremos entonces de un pueblo como el nuestro? Uno que no sólo no ha experimentado señal divina alguna, sino que, por el contrario, apenas si conoce algo distinto de la tragedia. Porque Moisés no es sólo un hombre de carne y hueso, sino un arquetipo, un ideal de cambio, de transformación, un liderazgo que ofrece salir de un lugar indeseado para ir a otro, acaso mejor. Pero claro, ya se deja ver en la narración bíblica que ese tránsito no es agradable, sino que viene de la mano de sacrificios, penurias, mucha paciencia y, lo más importante, de una fe férrea en que, soportando todo aquello, se pueda tal vez vislumbrar un mejor mañana.

El Faraón viene siendo, en ese orden de ideas, el establecimiento, el statu quo, el orden imperante de las cosas. En una frase, todo aquello de lo cual la nación está harta, y de lo que debemos escapar si queremos salir de nuestras cadenas. Sin embargo, y tal cual el ejemplo citado, hay un grupúsculo de personas que no desean separarse del régimen por miedo a perder lo que tienen garantizado en Egipto, y no reparan así en divulgar todo tipo de fantasmas y monstruos para hacer que el grueso de la gente no se arriesgue, para que no marchen por la senda del cambio.

¿Qué le espera a Colombia si se lanza con fe a la posibilidad de deshacerse de sus cadenas? Porque, sinceramente, son cadenas las que existen para la gente del campo, para los desplazados, para los que habitan los cinturones de miseria de las urbes. Ellos quieren marchar hacía un país mejor, no obstante, para que se dé un verdadero éxodo, es necesaria la multitud, léase, las mayorías, pues sin ellas todo intento de emancipación es vano e inocuo.

Miente el Faraón cuando inserta miedo en los corazones, cuando augura miseria, hambre y desnudez a los que quieran salir de su redil. Y muestra su miedo cuando inventa complots, y cuando entrampa de manera ramplona y rastrera a toda actitud que se le oponga, mientras (él sí) ofrece un presente lleno de muerte, corrupción y desesperanza.

El camino delante no será fácil, remontar más de dos siglos de malos manejos y de estructuras hegemónicas no se va a lograr en 4 años, y puede que ni siquiera en décadas, pero hay que darle inicio a la marcha, hay que seguir el ideal de la mano de un líder que muestre que, yendo hacia allá, en esa dirección, por más incierta que ella sea, que allá, a lo lejos, habrá un mejor país.

Unos abogan por quedarse en Egipto (las élites), otros muchos querrán incluso volver (los tibios), mas la consigna debe ser siempre recordar qué es lo que se quiere dejar atrás. Anhelar a Egipto es, en consecuencia, la forma más ruin de entendernos como pueblo, de faltarle a la cita con la historia, es desconocer los sacrificios en los que incurrieron aquellos hombres y mujeres que lucharon por la república, y en los que incurren, aún en nuestros días, innumerables personas.

Es hora ya de un pacto, uno que reivindique la historia, que nos invite a perseverar en nuestro empeño de romper con las cadenas.

Bien sé que Petro no es Moisés, ni Colombia la Israel de aquel entonces, pero el espíritu del Faraón sí que vive en el alma de estas neo oligarquías, disfrazadas de chabacanería y desparpajo en una de las campañas para los próximos comicios.

Amigos, marchemos con fe hacia el Mar Rojo, con la esperanza de que llegar a él no nos tome 40 años, y que una vez allí, éste se abra para dar paso a una nueva República de Colombia.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *