Por: Luis Guillermo Pérez Casas / Defensor de derechos humanos y promotor de la paz
“Porque o vosotros impartís justicia, justicia plena, contra los delincuentes de esta gran tragedia, o vosotros os haréis responsables de las consecuencias graves que para el país puedan desprenderse” Gaitán.
Las elites lo llamaron con desprecio “el Negro Gaitán”. Aquellos que aprendieron a respetarlo por su extraordinaria capacidad de oratoria y compromiso con los humildes, lo llamaron El Tribuno del Pueblo. Jorge Eliécer Gaitán hijo de una maestra de escuela Manuela Ayala Beltrán y de un librero Eliécer Gaitán Otálara, nació con el siglo XX, el 26 de enero de 1903, cuando terminaba la guerra cruenta de los mil días. Las mismas elites que enfrentó toda su vida decidieron el exterminio del movimiento gaitanista y el magnicidio el 9 de abril de 1948 del gran líder al que siempre trataron con desprecio. Para impedir las reformas sociales que el país requería y requiere provocaron la guerra que tres cuartos de siglo más tarde sigue anegando de sangre el país.
Se hizo abogado a sus 21 años de edad en la Universidad Nacional de Colombia con su tesis sobre “Las ideas socialistas en Colombia”. Luego estudió en la Real Universidad de Roma, especializándose en derecho penal y alcanzando la más alta distinción con su tesis “El criterio positivo de la premeditación” graduándose con honores en 1927.
A su regreso a Colombia fue electo representante a la Cámara por el Partido Liberal, su palabra apasionada, su discurso elocuente, profundo, y su compromiso con los humildes, lo llevó a sacudir el alma de la nación con el debate que desarrolló entre el 3 y el 6 de septiembre de 1929 contra la Masacre de las Bananeras, en Ciénaga Magdalena perpetrada el 6 diciembre de 1928, e inmortalizada por Gabriel García Márquez en su obra Cien años de soledad, desde la cruel dimensión de los imperdonables crímenes contra centenares de trabajadores.
En esta memorable intervención, Gaitán reivindicará la lucha de los trabajadores de la United Fruit Company, que por ir a la huelga y reclamar mejores condiciones laborales fueron masacrados cuando se les convocó para presentar un presunto acuerdo en el que la multinacional estadounidense les reconocería algunas demandas a los trabajadores.
Muchos han querido restarle importancia a la Masacre, decir que no fueron miles los asesinados como lo afirmara la imaginación literaria del gran escritor de Aracataca, ni centenares, a caso decenas los sacrificados, lo cierto es que el número no reduce el impacto de la innoble y criminal actuación de unos hombres pagos con el presupuesto del Estado, sometidos a un interés extranjero, ante un gobierno cómplice con una multinacional que castigó la voluntad colectiva de los trabajadores en huelga para intentar mejorar sus precarias condiciones de existencia, para recibir a cambio la abyecta muerte.
Los huelguistas masacrados se han estimado entre cincuenta a 2000 muertos, según telegramas y otras evidencias, el Presidente de la República Miguel Abadía Méndez, autorizó la matanza de los trabajadores y de que sus cuerpos fueran llevados por tren al mar para que desaparecieran en sus olas.
“Allí donde falta la espada de la justicia vibra el puñal del asesino”.
Y el joven que adelantó este debate en el Congreso con sólo 26 años de edad abordó su intervención advirtiendo sobre la gravedad de los hechos, anunciando que el parlamento tenía una enorme responsabilidad histórica expresándolo en los siguientes términos “Porque o vosotros impartís justicia, justicia plena, contra los delincuentes de esta gran tragedia, o vosotros os haréis responsables de las consecuencias graves que para el país puedan desprenderse. Yo siempre he pensado que es una verdad profunda la del gran Komagnosi: allí donde falta la espada de la justicia vibra el puñal del asesino”.
Cuánto de verdad en esa cita, donde el Estado promueve o premia a los asesinos y les asegura la impunidad a los más poderosos, el Estado mismo se convierte en una entidad criminal. Aunque Gaitán no quiso extender la ignominia cometida contra el pueblo en reproche a todas las Fuerzas Armadas, Si contra el General Cortés Vargas y sus tropas y, si contra el Gobierno conservador, denunció con su verbo irreverente:
“Y ver cómo esos militares actuaban. Pensad en que aquel pueblo que había sido horriblemente segado por las ametralladoras; que mil hogares se hallaban enlutados, que todo era dolor, que todo era sangre. Pensad que aquel pueblo se debatía inútilmente en los rigores del hambre, ya que no podía trabajar. Pensad que las esposas tenían que atender al sustento de sus pequeños hijos porque los padres huían en la montaña atemorizados por el plomo cobarde y homicida: pensad que todo era desolación, todo era luto, todo era sombra, todo era un río de sangre, revuelto con un río de lágrimas sobre el cual navegaba deshecha y perdida la quilla del dolor humano. Pues bien, señores: ante tal tragedia, los militares indignos del nombre, indignos de las armas de la República, se entregaban a la orgía de proporciones caligulescas. En las casas de la United Fruit −siempre la United Fruit− desarrollaban orgías de oprobio y de vergüenza”.
Si, cuantas veces a lo largo de esta historia sin memoria de los sacrificios de nuestro pueblo ni repudio a sus verdugos, dejamos de cuestionar profundamente como aquellos que en un momento sellaron con su heroísmo y sacrificio la independencia de la patria, le dieron honra a la institucionalidad, luego reemplazados por espíritus mezquinos terminaron trastocando la razón esencial de servirle a la sociedad y el Estado, para servirle a causas viles nacionales o extranjeras.
¿Y dónde estaba Dios y sus pastores?
También alcanzó el látigo de su palabra para cuestionar aquellos que ungidos con la religión, traicionan su vocación de servicio a los humildes para servirle a los poderosos, cuánto hace falta recordarlo una y otra vez para que los pueblos sepan diferenciar entre el pastor que está para servir la causa de un dios al servicio de los oprimidos del que utiliza la sotana, el púlpito, la palabra intimidante y mentirosa para enriquecerse ellos mismos o para apoyar a criminales y corruptos en el poder:
“Cuando yo veo, señores, que ciertos misioneros de Cristo se olvidan de su deber de caridad, que se alejan del sitio donde los enfermos reclaman sus auxilios; de los inocentes muchachos de nuestra ciudad que a altas horas de la noche la atraviesan porque la injusticia social con ellos no se compadece; cuando observo que esos sacerdotes abandonan la aldea en donde mueren en tinieblas de ignorancia los míseros campesinos que piden el beso de la luz espiritual, siento entonces que todas las fibras de mi humanidad tiemblan en ritmo de ira y comprendo que aquellos misioneros de Cristo son fariseos que traicionan su doctrina, descuidan sus deberes para entrar en la palestra de las menesterosas luchas políticas, terrenas e interesadas”
Lo que no le impedía a Gaitán, siendo ateo como quien escribe estas líneas, también reconocer a aquellos sacerdotes que cumplían su servicio a favor de los oprimidos o los más desfavorecidos o menesterosos en palabras necesariamente elogiosas, reconociendo al padre Angarita que documentara y transmitiera la denuncia de la terrible masacre, convirtiéndose en notario de los centenares de huérfanos y de las viudas:
“no puedo menos entonces que sentir la admiración profunda por ese clero que así salva la dignidad de la Iglesia y que así nos hace bendecir un cristianismo que vive como sentimiento para bien de la humanidad. La iglesia vive, la iglesia se fortifica, la iglesia crece, la iglesia no perecerá nunca mientras haya espíritus de ternura como el padre Angarita, que así comprenden su deber de misioneros de Cristo, de legatarios de la doctrina que fue amor, que fue paz y fue luz”.
El padre Angarita se convirtió en un defensor de los derechos humanos de los trabajadores y de las mujeres que eran acosadas y violadas por los militares, incluyendo niñas con discapacidad mental, desde Aracataca mismo, donde estaba la sede principal de la United Fruit Company, allí estaba el campamento de los representantes de las Fuerzas Armadas que se dedicaban a comportarse como vándalos dedicados al pillaje saqueando viviendas, encarcelando a los trabajadores en paro, incluso a quienes no lo eran pero se negaban a venderle los terrenos a la United Fruit Company y, las denuncias del buen párroco que en vano quiso hacerles razonar a los corruptos y asesinos para que cesaran en su empeño criminal dispuestos a masacrar a todos los presos y demás huelguistas por orden del Ministro de Guerra, en carta fechada a Gaitán, el 16 de julio de 1929:
“Es cierto, y lo supe porque así me lo manifestó el señor Víctor Pinedo Barros, ex alcalde de este distrito, que la policía había recibido orden del jefe civil y militar para ultimar a los individuos que se encontraban en la cárcel de esta población con motivo de la huelga, tan pronto como los huelguistas se presentaran aquí. Parece que esta orden la dio el jefe civil y militar de la plaza cerca de la cárcel, pues algunos presos se impusieron de ella. Yo, temiendo que en realidad de verdad los huelguistas se presentaran aquí, ignorando el peligro en que pondrían a los infelices presos o que, también, los mismos militares fingieran un asalto para tener un pretexto que justificara su crimen, traté de evitar ese derramamiento de sangre inocente haciendo lo que pudiera. Por lo tanto, me limité a salir repetidas veces a la cárcel cada vez que se oían las descargas cerradas que hacían las avanzadas, pues a cada una de ellas me parecía que ya se estaba llevando a cabo la inicua orden. Al día siguiente hablé con el jefe civil y militar acerca de lo que me habían informado, el cual me lo confirmó diciendo que era orden del Ministro de Guerra y que, si el caso llegaba, se cumpliría. Yo le manifesté con alguna entereza que me opondría a ese asesinato aún a costa de mi vida”.
Por este compromiso del presbítero Francisco C. Angarita, de exponer su propia vida e integridad para evitar la masacre (pese que ya había sido amenazado por los militares que correría con la misma suerte), denunció los más de sesenta asesinatos que se presentaron en el retén. Por su valentía e imputación de la arbitrariedad, el padre Angarita merece ser reconocido antes que como religioso como un verdadero defensor de derechos humanos.
La metralla homicida contra el pueblo e hincados ante la multinacional bananera
El General Cortés Vargas no solamente a través de un decreto de estado de sitio había usurpado la autoridad civil y política, sino que decretó todo tipo de impuestos arbitrarios para su enriquecimiento personal y de sus oficiales. Estableció consejos verbales de guerra para juzgar a los huelguistas sobre la base de testigos pagos por la United Fruit Company, que además ya había pagado a los vándalos que destruyeron cables de telégrafo telefónicos para achacarles el comportamiento violento a los trabajadores, como la falsa información de que los huelguistas habían desarmado a unos soldados o que habían más de cuatro mil obreros armados para que se justificara la declaratoria del Estado de Sitio.
Para ser lacayos de los intereses de la multinacional, calificaron a los huelguistas o los simpatizantes de la causa obrera, así fuesen extranjeros solidarios, como enemigos comunistas a los que había que encarcelar o asesinar.
La Masacre de las Bananeras perpetrada por el Gobierno para servir a una multinacional, ubicó al país en la órbita de las repúblicas bananeras que sacrificaban la dignidad y soberanía de sus instituciones y de sus países para colocar los Estados al servicio de los dueños de esta empresa.
Bien lo resumió Gaitán en unas frases de su intervención: “Naturalmente no hay que pensar que el gobierno ejerció ninguna presión para que se reconociera la justicia de los obreros. Estos eran colombianos y la compañía era americana, y dolorosamente lo sabemos: que en este país el gobierno tiene para los colombianos la metralla homicida y una temblorosa rodilla en tierra ante el oro americano”.
Los trabajadores fueron convocados el 5 de diciembre de 1928 por la compañía americana con el pretexto de transmitirles que habían cedido en algunos puntos de las pretensiones de los huelguistas, más sólo había el calculo vil del exterminio, mientras dormían allí miles de personas frente a la estación del ferrocarril, con centenares de madres y de niños, a la 1:30 de la mañana, luego de leerles el decreto del Estado de Sitio, los obreros despiertos dieron vivas a Colombia, vivas a la huelga, vivas al Ejército, que de inmediato con descargas de ametralladora y fusilería iniciaron la oprobiosa matanza, con la orden dada por el General Cortés de rematar a los heridos a bayonetazos como efectivamente lo hicieron. Luego en camiones transportaron a las víctimas hasta una fosa común donde sepultaron también a los heridos, de igual forma en vagones del tren se llevaron centenares de asesinados para que sus cuerpos desaparecieran en el mar.
Con posterioridad a la masacre para justificar lo injustificable, tratando de engañar un patriotismo inexistente, manifestó que lo había hecho para evitar la inminente invasión de buques estadounidenses que nos invadirían para proteger a la United Fruit Company, el General Cortés Vargas fue desenmascarado por Gaitán en su intervención en el Congreso:
“Yo quiero desmentir aquí la farsa innoble del señor Cortés Vargas sobre unos fantásticos buques de guerra de la marina americana, que dizque zarparon amenazantes en aguas de Santa Marta. El señor Cortés Vargas, ante la tragedia inaudita de la cual es uno de los autores, necesitaba buscar una excusa cómplice, necesitaba tocar el patriotismo y nos inventó los buques de guerra americanos. Esta afirmación, que él pensó que lo reivindicaba, sin embargo, por sí sola y aun cuando así fuera, lo condena. ¡Porque qué puede pensarse de un militar que por temor a unos barcos de guerra que atrevidamente se presentan a amenazar las costas de la república, en vez de dirigir sus cañones y sus ametralladoras en un gesto solemne de sacrificio contra el invasor extranjero de las aguas colombianas, no encuentra otro recurso que el de volver los fusiles para asesinar a los hijos de su propia patria!
Me parece que esto por sí solo es un retrato de la personalidad moral de este individuo. De manera que al extranjero invasor se le vence y a la República se le salva asesinando a sus hijos para complacencia de los barcos amenazantes”.
Así se fue degradando la grandiosa institución militar, más tarde cooptada en la Guerra Fría y formada en la Escuela de las Américas por el Ejército de los Estados Unidos, para que persiguieran y exterminaran en el seno de sus propios pueblos personas que pudieran ser consideradas socialistas, comunistas o reformistas que pudieran ser consideradas un peligro para sus intereses estratégicos en el continente. Se les enseñó a torturar, a asesinar en nombre de las libertades y la democracia occidental.
Por ello cuando se condecoran ellos mismos y se llaman héroes de la patria, la ciudadanía en general tiene que preguntarse a quiénes sirven cuando han promovido violaciones de derechos humanos, han auspiciado el paramilitarismo, han declinado la defensa de la soberanía para hincarse ante las fuerzas imperiales, han asesinado a miles de jóvenes indefensos para presentar resultados operacionales y adquirir prebendas personales manchando de indignidad y crimen el uniforme patrio. Honor a aquellos militares, soldados y policías de la patria que no se han sometido a los dictámenes del miedo y de la corrupción.
Gaitán en su célebre e histórica intervención de denuncia de la Masacre de las Bananeras, ante muchos oficiales que seguían su intervención, resaltando con la fuerza extraordinaria de su verbo y de su convicción de que el destino de las Fuerzas Armadas no podría ser el de que, como advirtió Bolívar volviesen las armas contra su propio pueblo en lugar de defender la soberanía nacional, después de recordar a Córdoba y a Sucre, les recordó a los militares y al país algo esencial:
“No es posible que continúe esta anomalía, este ataque a la moral conforme al cual basta el cometer delitos, el carecer de piedad, para obtener ascensos en el escalafón de la República. ¿Qué dirá hoy toda esa oficialidad joven que pugna por levantarse, que en dura brega se entrega al esfuerzo y al estudio con el fin de conseguir un día una nueva trencilla y que encuentra que ese esfuerzo es inútil, esa labor es vana, ese empeño del austero trabajar es inocuo? ¡Porque en Colombia las honorificaciones y los ascensos se hacen en el ejército, no conforme a los merecimientos o conquistados por el esfuerzo, sino al llevar las manos tintas en sangre de hermanos y la conciencia tiznada por mil pecados de oprobioso recuerdo!”
Hombres pequeños de espíritu y sin suficiente conciencia democrática y republicana terminaron premiando con la impunidad al General Carlos Cortés Vargas, dejando una grieta profunda en la institucionalidad que seguiría en lo sucesivo deteriorando al Estado colombiano y cobrando la vida de ciudadanos que en lugar de ser perseguidos y asesinados deberían ser protegidos por las Fuerzas Armadas al servicio de la República.
Carlos Cortés Vargas, el General asesino y corrupto, pese a toda la evidencia que desplegara Jorge Eliécer Gaitán en su contra no sólo fue mantenido en su cargo por el Ministro de Guerra Ignacio Rengifo sino que fue premiado y nombrado comandante de la Policía de Bogotá, cargo del que fue obligado a renunciar como el propio Rengifo, seis meses más tarde, un 8 de junio de 1929 como consecuencia del asesinato a manos de la policía en una manifestación estudiantil, del universitario Gonzalo Bravo Pérez, quien era además hijo de un amigo del propio presidente Miguel Abadía Méndez.
Tantos años después la historia se repite como una tragedia, la república sigue siendo mancillada, la democracia mutilada en su esencia, el Estado y la sociedad abusados por la cleptocracia, la impunidad para los poderosos que eligen los jueces que los absolverán, la sociedad indolente frente a las masacres diarias y el exterminio sistemático de los líderes y lideresas sociales. Una juventud irredenta hoy nos permite concluir que el legado de Gaitán y sus causas siguen vigentes, que la dignidad no se extermina, con el asesinato y el terror no se detienen los procesos de transformación social.
Este episodio, y el que sucedería 25 años después al interior del campus de la Universidad Nacional con el asesinato de Uriel Gutiérrez, y diez estudiantes más el día después en jornadas de protesta, dieron origen a la conmemoración del día del estudiante en Colombia (8 y 9 de junio). El estudiante rebelde que lucha por transformar el mundo en el que vive, como en la frase de José Martí “Los estudiantes son el baluarte de la libertad, y su ejército más firme”.
Luego Gaitán creó un nuevo partido político en 1933 la Unión Nacional de Izquierda Revolucionaria –UNIR- para tratar de romper el bipartidismo de la historia nacional, acudió al pueblo liberal y al pueblo conservador para recordarles que sus derechos al trabajo, a la seguridad social, a una vivienda, al descanso, a unas vacaciones pagas, a la salud, a la educación, a la pensión no tenían un color partidista sino que eran sus derechos y que tenían que abandonar seguir tras las oligarquías de los dos partidos, para unirse en el propósito político de transformar el Estado.
El propósito de este programa al alcanzar el gobierno mediante el sufragio popular, era el de establecer la democracia económica para reducir las desigualdades sociales, elevando mediante la educación el nivel de los trabajadores, como fundamento de la democracia política.
Planteaba por otra parte la necesidad de solucionar el problema agrario mediante reformas que limitaban la propiedad de las tierras, planteando que las que permanecieran más de cinco años sin ser usufructuadas deberían pasar a poder del Estado, redistribuyéndolas a favor de los desposeídos, pero con crédito agrario y tecnificación agrícola. Planteó la necesidad de un Estado intervencionista organizador de la economía.
En el programa de su nuevo partido manifestó:
“El Estado representa la fuerza poseedora, es una expresión económica de la minoría y no de la mayoría, no es síntesis de democracia, sino negación de ella. Para el comunismo el Estado debe ser la dictadura del proletariado contra la minoría poseedora. Para nosotros no. El Estado debe ser síntesis de democracia; es decir, de igualdad. Pero, repito, esta democracia no existe cuando se olvida el factor económico. El Estado no puede ser expresión de la minoría privilegiada que regula en alternación a sus solos intereses la vida de los intereses de la gran mayoría”.
Gaitán profesaba con claridad que no compartía la ideología ni la forma de gobernar en Rusia, el comunismo y la dictadura del proletariado, pero sí creía y corroboraba en sus análisis que nuestro Estado no estaba al servicio del interés general, sino al servicio de la oligarquía liberal y de la oligarquía conservadora y que los tres poderes del Estado, el ejecutivo, el legislativo y el judicial, actuaban al servicio de las clases dominantes.
Por lo tanto, Gaitán si creía en el socialismo, no para anular las diferencias de clases, sino con un Estado fuerte e intervencionista que planificara la economía para que la producción estuviese al servicio de las necesidades de la población y garantizando la igualdad no sólo en términos políticos sino también económicos, para que haya justicia social se requiere la intervención del Estado, lo expresó de esta manera:
“…para realizar el principio de la igualdad, que solo con criterio económico tiene algún significado, no podrá emplear el criterio individualista, será indispensable someter la vida social a un plan de defensa del conjunto. Esto rompe, naturalmente, el viejo principio de la libertad individual, económica, de la libre concurrencia, del derecho de propiedad absoluto…no puede haber lucha entre el que todo lo tiene y aquel a quien todo le falta. Esto significa la economía regulada, planificada, el intervencionismo del Estado… el anterior punto nos lleva al último… Una sociedad más sincera, más justa, con menos dolor y más alegría y que solo dentro de la igualdad económica, que no es la desaparición de las categorías sociales, como puerilmente la gente lo imagina, y que no podrá conquistarse en un solo impulso, en una sola etapa, sino en dura transformación, cuya lentitud depende, a más de los factores históricos, de nuestro coraje para darle rendimiento a la obra”.
Propuso también la carrera administrativa para que el servidor del Estado, lo fuese en concurso de méritos y no para pagar favores políticos, también para exigir declaración pública de sus bienes y rendición de cuentas al marcharse del servicio del Estado “Ningún empleado debe serlo mientras no se someta a concurso, no declare los bienes que tiene y no tenga que demostrar, en el caso que sea necesario, de dónde ha habido los bienes que al retirarse ha logrado”.
También propugnaba por un poder judicial independiente de los poderes económicos y políticos para garantizar el equilibrio del Estado y los derechos de la ciudadanía “El órgano judicial no debe seguir dependiendo de la política. Su constitución debe darla la competencia por medio de recursos o de ascensos. Debe
ser una carrera que comience en el concurso para el juzgado municipal y llegue hasta la magistratura de la Corte sin intervención colectiva de los órganos Legislativo y Ejecutivo”.
Otra faceta admirable de Gaitán fue la conquista política de multitudes sin tener que acudir a la manipulación religiosa y a la invocación de Dios para enaltecer las conciencias a favor de causas nobles, como hombre ateo y gran líder popular y político resulta admirable el respeto que guardó por los sentimientos religiosos de los demás, partiendo de los de su esposa, pero cuestionando el uso de la religión al servicio de los poderosos:
“Rechazamos el jacobinismo anticlerical que pretende desviar el sentido de la lucha de su verdadero objetivo para colocarla en un plano embustero. Pero proclamamos como inadmisible el que a la sombra de un poder espiritual o religioso puedan fortalecerse preeminencias económicas abusivas ni ventajas de casta ante la ley. Rechazamos todo fuero, menos el diplomático, ante la acción de la ley”.
Gaitán, desde niño recibió la influencia de sus padres, en particular de su madre Manuela Ayala Beltrán a quien le rindió bello homenaje en el prólogo de su tesis de grado como abogado en la Universidad Nacional, lo que permite concluir su gran amor por ella pero también que su vida de niño o de joven no había sido fácil “con el tributo pleno de mi amor ardentísimo; a ella, faro en mis tinieblas, puerto en mis naufragios, caridad y bálsamo en el dolor cruel de mis heridas”.
Siendo ministro de Educación recordó a su madre quien ayudó a forjar su carácter inclaudicable para vencer sobre las adversidades y los más duros obstáculos “Y si algo me faltara, ahí está lo primero, la dulce maestra de escuela, hoy peregrina de la eternidad, quien con su ejemplo me enseñó que en el camino del bien lo imposible no es sino lo difícil, mirado por ojos donde no ha nacido la fe y ha muerto la esperanza”.
En distintos debates parlamentarios, en una sociedad patriarcal que trataba a la mujer como un ser inferior y limitados derechos, reivindicó el derecho a la igualdad del género femenino, que se deberían tomar medidas afirmativas en ese propósito para la liberación progresiva de la mujer: “La mujer no puede transformarse ella sola en el sentido primitivo de nuestros métodos, de nuestras costumbres, de nuestra vida, porque toda nuestra actividad social está incidida por el criterio de la superioridad del varón. De ahí que seamos nosotros quienes estemos obligados a crear el ambiente que le permita educarse, encauzándola hacia actividades que le son profundamente necesarias para su liberación”.
10.5. Gaitán el voto obligatorio y la democracia
Siempre he compartido la necesidad de imponer el voto obligatorio en Colombia, para que se haga conciencia generalizada de la importancia de que la ciudadanía se apropie de su democracia, para que cese la compra de votos y las prácticas clientelistas que llevan a que los sufragantes una y otra vez reelijan a los más pérfidos y corruptos en los cargos de elección popular, para que reflexionen antes de votar y no sigan contribuyendo a elegir a aquellos que legislan en contra de los derechos de las mayorías, para que los abstencionistas que no creen en ninguna fuerza o candidatura que les represente expresen su rechazo votando en blanco.
Los que se han expresado en contra del voto obligatorio manifiestan que es un constreñimiento contra las libertades y el sufragio debería estar libre de la presión del Estado. Sin embargo, el abstencionismo tiene un fuerte impacto sobre la democracia y facilita la corrupción electoral.
Gaitán lo comprendió muy bien y por tanto propuso en el Senado en 1942 la siguiente reforma “El voto de los ciudadanos es obligatorio. Carecerá de valor para los efectos civiles la cédula que no tenga la comprobación de que el ciudadano a que pertenece votó en la última elección popular. En caso de imposibilidad física o fuerza mayor, el interesado podrá obtener del Jurado Electoral respectivo y previa comprobación, un certificado de validez provisional hasta la próxima elección”
En siete países de la región el voto es obligatorio –Brasil, Argentina, Perú, Ecuador, Bolivia, Paraguay, Uruguay y Honduras, en Chile lo fue hasta diciembre de 2011-. Se considera por tanto un derecho político fundamental y al mismo tiempo una obligación ciudadana.
Vale la pena leer en la experiencia chilena que al haber eliminado el voto obligatorio impuesto por la dictadura de Pinochet, con la intención de que en 1988 convocado el plebiscito, el dictador pudiera perpetuarse en el poder (con el respaldo ciudadano). Sin embargo, la afluencia masiva de votantes contribuyó al retorno de la democracia.
La medida produjo un impacto muy significativo y negativo para la representación política, para el analista chileno Claudio Fuentes: “Diez años más tarde y transcurridas varias elecciones, observamos una caída estrepitosa en la participación electoral con niveles menores al 50% para las elecciones presidenciales, y menores al 40% para las elecciones de alcaldes y concejales. Un presidente que obtiene más del 50% de los votos, en realidad está representando menos del 30% del total de la ciudadanía. Así, por ejemplo, el Presidente Sebastián Piñera, en las elecciones de 2017 fue votado por 3,7 millones de electores que representaron el 54,6% de los que concurrieron a votar, pero en la realidad aquella cifra representa solo el 26,4% del padrón electoral. Se genera una verdadera ficción en la representación”. (Voto voluntario y la ilusión de la representación o como la democracia se fue vaciando de electores 07.01.2019)
Seguramente los chilenos frente a las oleadas gigantescas de movilización popular en octubre y noviembre de 2019 y para superar la herencia constitucional de la dictadura, convocarán una asamblea constituyente, donde deberán reconsiderar esta reforma política.
Insisto en que consideremos que la democracia no se reduce a unas elecciones periódicas, sino a todo un ordenamiento institucional que asegura los derechos humanos a toda la población, en que el Estado no está al servicio de una minorías sino al interés general de la colectividad, por tanto la democracia misma debe ser considerada un derecho fundamental colectivo que el Estado y la ciudadanía están en la obligación de proteger.
La democracia como derecho fundamental colectivo, no se reduce a la suma del respeto de los derechos políticos de cada ciudadano o de cada fuerza política. La democracia existe genuinamente en la participación popular, en las consultas populares, en la revocatoria de los elegidos, en la rendición de cuentas de los funcionarios públicos, en la eliminación de la corrupción, en las garantías para la oposición para que se genere alternancia en el poder.
Así reivindicada la democracia, el voto obligatorio es al mismo tiempo derecho y deber, todos debemos incidir en elegir conscientemente a las autoridades que nos representen. La ciudadanía debe votar por ideas, por programas y no por prebendas. Es más fácil superar la corrupción electoral si toda la ciudadanía debe acudir a las urnas.
La propuesta de Gaitán no fue aprobada, pero su iniciativa debemos retomarla. Las multas, el trabajo comunitario, la imposibilidad de contratar o de ser funcionario del Estado, de no poder acceder a ningún cargo de elección popular, ni contar con ningún servicio del Estado, son formas posibles de sancionar a quien no concurra a las urnas.
Gaitán argumentó que la Carta Fundamental – de 1886- al establecer que “el sufragio se ejerce como función constitucional”, el acto de votar no podría ser una cuestión de interés individual voluntario, sino un derecho que acarreaba el deber correlativo de ejercerlo y dedujo de ello que cada vez que se dictaron leyes electorales sin consagrar la obligatoriedad del sufragio se había violado la norma constitucional.
Gaitán no concebía la omisión del ejercicio de un derecho cuando afecta la vida colectiva, por ende la democracia, así que el individualismo no debería imponerse sobre la necesidad de participar para ejercer un derecho democrático. La democracia se defiende participando y ejerciendo el sufragio en conciencia.
Por ello, manifestó y argumentó su preocupación en el Congreso, ante una democracia anémica y ante la falta de legitimidad real de las autoridades electas:
“Tengo que mirar entristecido y abrumado a esa gran mayoría de ciudadanos perdidos en la penumbra, colocados al margen de la vida civil en una democracia cuya definición es la del mismo régimen representativo. La realidad numérica nos indica que no sólo no se está cumpliendo en el país el principio medular y doctrinario de la democracia, sino que se está violando. ¡Una minoría exigua dirige arbitrariamente a la gran mayoría ausente de la función del sufragio!”
En estos términos defendió su propuesta en el Congreso, para que la ciudadanía y sus representantes asumieran la dimensión del reto a superar:
“De manera que para que haya verdadera democracia es necesario que el pueblo se haga representar, porque aquel que sea elegido, con ausencia del pueblo en las urnas, no será representante del auténtico valor democrático. Habrá entonces una pequeña oligarquía de cualquier género: intelectual, social, personal, pero donde existe régimen representativo y los ciudadanos no ejercitan el único derecho de que disponen para formarlo, o sea el sufragio, se podrá hablar de oligarquía, de cesarismo democrático, de cualquier otra cosa, mas no de democracia en el sentido funcional que debe tener esta palabra”.
Por supuesto que la participación política en estos términos tenga legitimidad popular, debe hacerse mucha educación cívica y política, para que la población acuda a votar no coaccionada, sino sintiéndose partícipes de la profundización democrática. Tarea que debe desarrollar la organización electoral acompañada de las distintas fuerzas políticas. En la motivación que debería dársele a la ciudadanía terminó Gaitán su intervención: “Patria grande tendremos cuando todos estemos obligados a labrarla y construirla por medio de las personas que resulten elegidas en los actos electorales!”
Patria grande la que seguimos necesitando, para superar las exclusiones y las violencias que se imponen desde arriba que generan más injusticia social y más violencia, para que el ejercicio de la participación política se amplíe y se profundice la democracia con mayores y reales espacios de participación pública para la Colombia multiétnica y para poco más de la población, que son las mujeres.
10.6. Gaitán anti-imperialista
Ya narramos como Gaitán desde su gran debate en defensa de los obreros, exteriorizó su repudio frente a un Estado que claudicaba ante una empresa foránea so pretexto de estimular la inversión, un Estado gobernado por miopes y mezquinos a quienes no les importaba arrasar con la vida, libertades y demás derechos de sus propias gentes. En su intervención en el Congreso para exigir sanción frente a los responsables de la Masacre de las Bananeras expresó con claridad la necesidad de sentir la patria de verdad, de defenderla y de defender con la propia vida si era necesario nuestra soberanía nacional:
“¡jamás sobre nuestro suelo sagrado ha de pisar la insolente planta el invasor, porque nuestro orgullo lo impide y porque para poder satisfacer sus oscuros designios las naves imperialistas tendrán que navegar sobre la púrpura encendida de nuestra sangre joven! …Yo sé bien que Colombia como todo país débil está amenazada por mil peligros y que se necesita la fiereza brava de todos sus hijos para defenderla contra la avalancha del imperialismo que transita ante todo sobre las paralelas de la economía. Nuestro nacionalismo no es odio a los ciudadanos de otros países, sino un sentimiento idealista que se acendra en el orgullo de sabernos fuertes, de sabernos dignos, independientes y soberanos”.
La CIA fue creada en septiembre de 1947 y el magnicidio de Jorge Eliécer Gaitán se produjo el 9 de abril del año siguiente, John Mepples Spirito, agente norteamericano confesó que habían contratado un sicario para terminar con la vida del líder popular. Lo cierto es que ni el FBI, ni la CIA han aceptado desclasificar sus archivos en relación con el magnicidio, pese a tantos años transcurridos, lo que sí han hecho en relación con la participación del gobierno de los Estados Unidos en el Golpe Militar contra Salvador Allende, el 11de septiembre de 1973.
Sin embargo, quedaron algunos cables de John C. Wiley, embajador de los Estados Unidos en Bogotá, quien le escribió al Departamento de Estado, el 16 de mayo de 1946, donde expresaban ya su preocupación y malquerencia contra el gran Tribuno: “Un observador me describió a Gaitán como una persona metódica, paciente y ordenada en su vida privada y en su trabajo, cualidades que constituyen una combinación potencialmente peligrosa con su fino talento para la demagogia y para la agitación política”.
Calificaba el representante del Gobierno de los Estados Unidos como demagogia y agitación política su lucha permanente contra las injusticias sociales, la responsabilidad de las elites de los partidos tradicionales de usufructuar el Estado en beneficio personal, la necesidad de avanzar hacia una democracia participativa, de que el pueblo tuviese educación y salud, de que los campesinos tuvieran acceso a la tierra, orientación técnica y créditos para que pudiera producir, y una necesaria intervención del Estado para regular las fuerzas del mercado, para que los que tenían más pagasen más impuestos y para los que llegasen como funcionarios se comprometieran con una ética de la función pública para servir a la ciudadanía y no para servirse del Estado en provecho propio.
El Sr. John C. Wiley, expresó sus preocupaciones por lo que podría representar Gaitán frente a los intereses del Gobierno de los Estados Unidos:
“…vemos sus triunfos políticos con considerable aprehensión. Quienes lo conocen aseguran que él no quiere a los Estados Unidos. Gaitán se ha pronunciado a favor de la nacionalización de la banca, cervecerías y empresas de servicios públicos y otras formas de socialismo de Estado, lo cual con el tiempo, puede incluir la industria del petróleo… Gaitán tratará de arrancarle algunas plumas a nuestra águila y elevarse en las alas de la charlatanería. Una política de paciencia y comprensión es necesaria y aconsejable. Mientras tanto, el doctor Gaitán será una preocupación política importante y me temo que durará un buen rato”.
Lo cierto es que ese tipo de aprehensiones de la diplomacia estadounidense a lo largo y ancho del mundo se tradujo en un accionar sistemático de la CIA para provocar asesinatos, golpes de Estado, guerras civiles, para cooptar dirigentes y militares en otros países y ponerlos al servicio de los planes hegemónicos norteamericanos. Poco tiempo después del magnicidio de Gaitán provocaron el fin del régimen de la “Primavera Democrática” en Guatemala contra el gobierno reformista de Jacobo Arbenz. Han intervenido y siguen interviniendo en la región, a pesar del fin de la guerra fría, la desintegración de la Unión Soviética y la caída del Muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989, hace 30 años.
En abril de 1948 mientras se realizaba la asamblea de estados de las Américas, mientras se creaba la OEA y se adoptaba la Declaración Americana de Derechos del Hombre y del Ciudadano, se produjo el magnicidio de Jorge Eliécer Gaitán, el llamado Bogotazo y se inició una ola de violencia en el país que no termina.
El gobierno de Mariano Ospina Pérez, con un libreto ya preparado culpó al “comunismo internacional” del asesinato de Gaitán, ante lo ridículo de la aseveración terminaron afirmando que no hubo complot alguno, sino la actuación solitaria de un desadaptado mental, Juan Roa Sierra, quien disparó al líder, y, luego la turba enfurecida lo mató a golpes.
Esta versión oficial, en un claro peculado, la quiso el Gobierno de Ospina Pérez rodear con algún grado de veracidad, invirtiendo del tesoro público el valor en pesos de miles de libras esterlinas para hacer llegar a dos detectives británicos de la Scotland Yard, que tras cobrar sus jugosos viáticos escribieron en 19 páginas que el único responsable de la muerte de Gaitán, era el ejecutado por la ira popular: Juan Roa Sierra. Qué paradoja, en Colombia se hizo célebre una película sobre el asesino, pero no se ha realizado la primera sobre el caudillo liberal.
Independientemente de si es cierta o no “La Operación Pantomima” que narró Mepples Spiritu para confesar su participación en el asesinato, si tuvo o no un rol preponderante la CIA en este magnicidio, lo cierto es que la muerte de Gaitán fue precedida de un plan sistemático de exterminio de los líderes regionales y seguidores del líder inmolado, que se desató desde 1946. Exterminio que había sido denunciado por el mismo Gaitán el 7 de febrero de 1948, con la manifestación del Silencio, donde decenas de miles de personas llegadas desde distintas regiones del país expresaron su luto con banderas negras ante el asesinato de los suyos.
En un hecho sin parangón Jorge Eliécer Gaitán, logró que la muchedumbre apesadumbrada y con rabia, se movilizara en silencio y colmara la Plaza de Bolívar en el centro de la capital, pronunció entonces la «Oración por la paz», dirigida al Gobierno conservador para que cesara el exterminio. Pieza de oratoria que debería ser aprendida de memoria y con sentimiento en escuelas y colegios para generar la conciencia necesaria para que la historia de crueldades y barbarie no se repita. Por su importancia para el devenir del país y porque muchas de sus frases siguen teniendo vigencia hoy, la reproduzco completa:
“Excelentísimo señor Presidente de la República, doctor Mariano Ospina Pérez:
Bajo el peso de una honda emoción me dirijo a vuestra excelencia sabiendo que interpreto el querer y la voluntad de esta inmensa multitud, que cobija su ardiente corazón, lacerado por tanta injusticia, bajo este silencio clamoroso, para pedir que haya piedad y tranquilidad para la patria.
En todo el día de hoy, excelentísimo señor, la capital de Colombia ha presenciado un espectáculo que no tiene precedentes en su historia. Gentes que llegaron de todo el país, de todas las latitudes –los llanos ardientes y las frías altiplanicies, como las de esta capital– han venido a congregarse en esta plaza, cuna de nuestra libertad y de nuestra historia, para expresar su irrevocable decisión de defender sus derechos.
Dos horas hace que ellos desembocan en esta plaza y no hay sin embargo un solo grito, porque en el fondo de sus corazones se agolpa la emoción; pero como en las tempestades violentas la fuerza subterránea es mucho más poderosa y ésta sabe que tiene el poder de imponer la paz cuando los obligados a imponerla no la imponen.
Señor Presidente: Aquí no hay aplausos sino millares de banderas negras que se agitan. Excelentísimo señor: Sois un hombre de universidad y por lo tanto os debe llamar la atención este hecho sin precedentes en la historia de Colombia.
Señor Presidente: Aquí están presentes todos los hombres que han desfilado y demuestran una fuerza y un poderío no igualados y sin embargo, no hay un solo grito. Aquí hay una contradicción a las leyes de la psicología popular. Un pueblo que es capaz de contrariar las leyes de la psicología colectiva es un pueblo que os demuestra que tiene un espíritu de disciplina capaz de superar todos los obstáculos.
Ningún partido en el mundo ha dado una demostración como ésta. Pero si esta manifestación sucede es porque hay algo grave y no por triviales razones. Y esto obliga a los hombres universitarios a escucharla y oírla.
Señor Presidente: Vos que sois un hombre de universidad debéis comprender de lo que es capaz la disciplina de un partido, que logra contrariar las leyes de la psicología colectiva para recatar la emoción en su silencio, como el de esta inmensa muchedumbre. Bien comprendéis que un partido que logra esto, muy fácilmente podría reaccionar bajo el estímulo de la legítima defensa.
Dos horas ha gastado esta gente entrando a esta plaza para colmarla. El comercio ha cerrado sus puertas y le debemos gratitud por este noble gesto.
Porque somos fuertes somos serenos. Esta es la significación más exacta de que con nosotros no puede abusarse. Hay un partido de orden capaz de realizar estas manifestaciones para evitar que la sangre se derrame y para que las leyes se cumplan, porque son la expresión de la conciencia colectiva. Yo quisiera que todo el país contemplara este espectáculo. No me he engañado cuando he dicho mi concepto sobre la conciencia popular, ampliamente ratificada en esta manifestación, donde los aplausos desaparecen y sólo se oye el rumor emocionado de los millares de banderas negras que aquí se han traído para recordar a nuestros hombres tan villanamente asesinados.
Señor Presidente: serenamente, tranquilamente, con la emoción que atraviesa el espíritu de los hombres que llenan esta plaza, con esa emoción profunda os pedimos que ejerzáis vuestro mandato, el mismo que os ha dado el pueblo, en favor de la tranquilidad pública. Todo depende de vos; sabemos que quienes anegan en sangre este país cesarían en su ciega perfidia. Esos espíritus de mal corazón cesarían al simple imperio de vuestra voluntad.
Amamos hondamente a esta patria nuestra y no queremos que nuestra nave victoriosa navegue sobre ríos de sangre.
Señor Presidente: No os reclamamos tesis económicas o políticas. Apenas os pedimos que nuestra patria no siga por caminos que nos avergüenzan ante propios y extraños. ¡Os pedimos tesis de piedad y de civilización!
Señor Presidente: Os pedimos cosa sencilla para la cual están de más los discursos. Os pedimos que cese la persecución de las autoridades y así os lo pide esta inmensa muchedumbre.
Pedimos pequeña cosa y gran cosa: que las luchas políticas se desarrollen por cauces de constitucionalidad. Os pedimos que no creáis que nuestra tranquilidad, esta impresionante tranquilidad, es cobardía. Nosotros, señor Presidente, no somos cobardes: somos descendientes de los bravos que aniquilaron las tiranías en este suelo sagrado. Pero somos capaces, señor Presidente, de sacrificar nuestras vidas para salvar la tranquilidad y la paz y la libertad de Colombia.
Impedid, señor Presidente, la violencia. Sólo os pedimos la defensa de la vida humana, que es lo menos que puede pedir un pueblo. En vez de esta ola de barbarie, podéis aprovechar nuestra capacidad laborante para beneficio del progreso de Colombia.
Señor Presidente: Esta enlutada muchedumbre, estas banderas negras, este silencio de masas, este grito mudo de corazones, os pide una cosa muy sencilla: que nos tratéis a nosotros, a nuestras madres, a nuestras esposas, a nuestros hijos y a nuestros bienes, como querríais que os tratasen a vos, a vuestra madre, a vuestra esposa, a vuestros hijos, a vuestros bienes.
Os decimos, excelentísimo señor Presidente:
Bienaventurados los que no ocultan la crueldad de su corazón, los que entienden que las palabras de concordia y de paz no deben servir para ocultar los sentimientos de rencor y exterminio. Malaventurados los que en el gobierno ocultan tras la bondad de las palabras la impiedad contra los hombres de su pueblo, porque ellos serán señalados con el dedo de la ignominia en las páginas de la historia”.
La respuesta del Gobierno no se hizo esperar, en lugar de responder con hechos de civilización y frenar la violencia la siguió provocando, el ejército masacró en Manizales a unos campesinos gaitanistas, hasta allí se trasladó Gaitán para pronunciar ante el sepelio de los humildes su último discurso el 15 de febrero de 1948 “La oración por los humildes”, cito su pasaje final:
“Compañeros de lucha: sólo ha muerto algo de vosotros, porque del fondo de vuestras tumbas sale para nosotros un mandato sagrado que juramos cumplir a cabalidad. Seremos
superiores a la fuerza cruel que habla su lenguaje de terror a través del iluminado acero letal. El dolor no nos detiene sino que nos empuja. Y algo profundo nos dice que al destino debemos gratitud por habernos ofrecido la sabia lección y la noble alegría de vencer obstáculos, de dominar dolores, de mirar en lo imposible nada más que lo atrayentemente difícil. Vuestras sombras son ahora la mejor luz en nuestra marcha.
Compañeros de lucha: al pie de vuestras tumbas juramos vengaros restableciendo con la victoria del pueblo los fueros de la paz y de la justicia en Colombia. Os habéis ido físicamente, pero qué tremendamente vivos estás entre nosotros!”
Se desató entonces la guerra civil que habría de transformarse en distintas guerras insurgentes frente a una democracia y un Estado excluyentes.