Por: Gabriel Becerra Y
Mientras los grandes empresarios y las élites políticas anunciaban el 2021 como el año de la reactivación económica y la superación de la pandemia, a espaldas de la realidad científica y sin una política pública capaz de neutralizar los contagios y las muertes, el país asiste a la peor de sus crisis.
Y no será posible salir de ella, si no hay un cambio radical de rumbo lo más pronto posible.
Sí. La salida a la crisis pasa obligatoriamente por un cambio político, y ese cambio político por la capacidad que tengan los liderazgos colectivos e individuales de la izquierda y los sectores progresistas de construirlo.
Muy poco sirven las disertaciones de cualquier tipo para no intentarlo o minimizarlo, si al final de cuentas, a pesar de las verdades de cada quien, las derechas logran mantenerse en el gobierno y el poder, y terminan definitivamente haciendo trizas el acuerdo de paz, su potencial transformador, la opción de la solución política hacia una paz completa, y cualquier posibilidad de apertura y cambio democrático con transformaciones económicas y sociales.
No hay una fórmula mágica. Ni una única salida. Mucho menos dependerá de la exclusiva voluntad de un o una dirigente o los cálculos de un grupo exclusivo, reeditando, con cualquier excusa, vetos o viejos sectarismos.
Cualquiera sea la formula o la ruta que sirva para materializar el “bloque histórico” social y político capaz de cambiar la correlación de fuerzas a favor de un proceso de derrota del proyecto reaccionario, y el impulso a una transición democrática en la sociedad colombiana, tendrá que saber incorporar por lo menos, los siguientes tres elementos:
En primer lugar, las resistencias y los estallidos sociales en curso. Pues no habrá fuerza alternativa al margen del movimiento real de descontento y protesta ciudadana. Por ende, en contra de ciertos discursos que apelan a la “neutralidad” o a la despolitización de la pandemia, hay que ayudar a politizar la protesta, no con banderas en los mítines o por los logos en los comunicados, sino haciendo pedagogía sobre el vinculo inevitable entre el mal gobierno, los partidos tradicionales responsables de las privatizaciones y la corrupción, con la crisis sanitaria, el desempleo, el hambre, la violencia y la pobreza galopante.
En segundo lugar, un programa mínimo. No se trata de resolver la unidad ideológica, sino de acordar los puntos básicos para un nuevo gobierno de coalición que impulse un proceso constituyente capaz de empezar las transformaciones en temas estratégicos como la economía, la reforma agraria y la defensa del medio ambiente, la recuperación del papel del estado en la garantía de derechos sociales como la salud, la educación, el estatuto del trabajo; un cambio en la política de seguridad y defensa, relaciones exteriores, sistema electoral, entre otros.
Y finalmente, la selección de una candidatura presidencial unitaria, amplia y progresista, así como de listas al Senado y a la Cámara de representantes en la forma de coalición, seleccionadas democráticamente, con los mejores liderazgos y vocerías posibles. En esta dirección, abierto a nuevos procesos, próximamente realizaran un importante anuncio la Colombia Humana – Unión Patriótica, el PDA, MAIS y otros movimientos políticos, sociales con personalidades del ámbito de la academia, la cultura y la ciencia.
A esta tarea Gustavo Bolívar le ha colocado números: 55/86. Una meta de Senadores y Representantes que expresa un objetivo político de fondo: ser capaces de unirnos para hacer historia, y conquistar por primera vez, un gobierno democrático que le cambie el rumbo al poder en Colombia.