POR: ANDRES CAMILO RODRIGUEZ CASTILLO
En medio de las tensiones por los resultados de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, y por supuesto, por la relación existente con la gestión de la pandemia, la situación bilateral con China y la interacción con Oriente, Europa y América Latina, vale la pena cuestionar la gobernanza global en clave de la posibilidad de un entendimiento plural que garantice la convivencia universal de la humanidad; y es este es el reto principal para intentar comprender críticamente la realidad mundial por la que atraviesa mundo, que, sin lugar a duda, implica una relación social, histórica y política de los conflictos y tensiones por las cueles han estado y están mediadas diferentes latitudes para lograr motivar una nueva forma y horizonte de gobernanza global.
Las décadas posteriores a la guerra fría estuvieron marcadas por la configuración y predominación continua de la visión del mundo occidental y consigo la orientación mundial del modelo neoliberal como fórmula “ideal” para atender los problemas comunes del mundo y así mismo, manejarlo a partir de acuerdos o reglas prestablecidas. Alrededor de esta fórmula “ideal” prevalece la existencia de una contienda cada vez mayor entre las nociones de eficiencia y gerencia, versus, el funcionamiento y el poder, siendo a partir de ésta, desde donde surgen diferentes perspectivas y formas de proyectar la convivencia global en las últimas cuatro décadas. Justamente, son las nuevas formas de comprender e interactuar con los retos globales lo que motivan a establecer horizontes de sentido coherentes con la prevalencia de lo que puede entenderse como el deber ser el progreso humano con base en los procesos de democratización y desarrollo.
El proceso de modernización mundial trajo consigo la configuración y consolidación de instituciones globales que marcan el ritmo entorno a la forma en cómo se atienten y gestionan los problemas de las diferentes regiones del mundo (ONU, FMI, BM, GATT, etc.); sin embargo, es importante hacer énfasis, en que la gobernanza global proviene de la recreación de intereses y valores por medio de instancias que provienen de acuerdos sobre realidades comunes, pero que, lo que se impone en realidad, no es más que un relato hegemónico de visiones del mundo, es decir que, la retórica de lo común amerita un fuerte cuestionamiento por estimular una exclusividad unilateral en la manera en que se atienen los intereses particulares, lo cual ha generado fuertes fisuras en el cuestionamiento sobre el desarrollo humano y sus procesos de democratización.
La relación entre autoridad, legitimidad y democracia cada vez cobra mayor valor para cuestionar la actual gobernanza global, y ésta, hay que entenderla como fenómeno, como una visión de mundo y como un proyecto político. Por lo tanto, interactuar adecuadamente con los actores, agendas y procedimientos, debe permitir establecer una noción universal que equilibre proporcionalmente a la razón de los retos globales, un mejoramiento y progreso de las condiciones del mundo para habitarlo y convivir en él. Ejemplo de lo anterior, nos encontramos en la actualidad con la pandemia del COVID-19 que se ha configurado como un hito del siglo presente y que, sin lugar a duda, su gestión regional y global puede marcar un nuevo horizonte crítico de la convivencia humana o, por el contrario, afianzar las reglas de juego internacionales, por ende, la hegemonía aún continua de una noción liberal del mundo.
En este sentido, la base de las reflexiones, apuestas y proyecciones que se han encontrado en medio de la pandemia mundial, parten de realidades similares en los contextos de las sociedades contemporáneas, como lo es la profundización de la desigualdad social que enmarca un panorama poco aliciente como lo señala el décimo quinto informe del Foro Económico Mundial sobre Los Riesgos Globales 2020 y que coinciden con las interpretaciones de la crisis actual que vive el mundo y que la atribuye, a una serie de realidades latentes como lo son:
- La inestabilidad geopolítica para muchos países incrementa las tensiones internacionales por la dinámica económica, la amenaza constante de conflictos bélicos regionales y el incremento de fenómenos políticos totalitarios y neofascistas causan una tensión variable entre caminos de cooperación y retroceso social.
- Las preocupaciones económicas a raíz de las confrontaciones por la obtención de materias primas, el exceso de acumulación de la riqueza mundial, la desaceleración de la circulación de capital y la profundización de la precariedad laboral son dimensiones que merecen toda la atención de los sectores productivos.
- Las deficiencias en actuar antes los cambios climáticos, con acuerdos débiles que están generando contradicciones crecientes entre proyectos de inversión extractivista y el movimiento social para exigir acciones en medio de un incremento de catástrofes naturales.
- Los impactos en la perdida de la biodiversidad y los ecosistemas en declive plantean consecuencias prácticamente irreversibles para la humanidad, la económica y en general la salud mundial.
- El déficit en la gobernanza tecnológica y el incremento de la vigilancia continua es un fenómeno que detonará por la falta de regulación y por la transgresión total contra la libertad de las personas, a su vez, genera competencias geoestratégicas de las naciones en potencia sobre países subdesarrollados.
- Y, alrededor del 80 % de los sistemas de salud a nivel mundial son tambaleantes por causa de condiciones demográficas, ambientales, sociales y tecnológicas cambiantes, forzar sin planificación este proceso de aceleración causaría una crisis sin precedentes en la atención social de los Estados.
Son precisamente estos retos globales los que pueden llevar a construir una nueva forma de gobernanza mundial a partir de lo que podría denominarse una ética civil global como lo denominan algunos analistas internacionales, y es que, son estos factores los que establecen hoy una alerta de actuación racional para afrontar adecuadamente la crisis de la pandemia que converge con las realidades acabadas de señalar y a su vez, con contextos políticos de disputa por el poder regional y global. Pero esta ética civil global debe contribuir a que, a su vez, de identificar y atender problemas reales y objetivamente comunes, se reconozca la identidad y las otras formas interactuar con el mundo. Por lo tanto, es el otro, es la diferencia y es la identidad plural, la que pudiese marcar la diferencia en la relación internacional y gobernanza global en las décadas posteriores a la pandemia actual; y justamente, el futuro próximo debe contribuir al establecimiento de procesos de democratización que desplacen la amenaza bélica, autoritaria y visión unilateral del mundo, que ha acrecentado en la última década a raíz de disputas como la que existe entre EEUU y China.
Autoridad, legitimidad y democracia, justamente puede ser esa relación dialéctica la que potencie la gobernanza global bajo una visión biocentrica que se construya cultural y socialmente, armonizando las necesidades humanas, la naturaleza, las transiciones democráticas, la consolidación de realidades más justas y las visiones de desarrollo, con el fin de marcar unas rupturas de época que encaminen con mayor claridad el horizonte del mundo bajo el reconocimiento de formas plurales de convivir, ver e interactuar con el universo global.