Por: Daniel Rojas Medellín
un economista explicó en twitter el origen de la desigualdad con un meme en el que se lee la anodina conclusión según la cual algunas personas son exitosas y se ubican en la parte alta como consecuencia de sus virtudes, pues son más disciplinadas y talentosas que las otras; las que se ubican en la parte baja como consecuencia de defectos como la pereza o la envidia. Deduce que la culpa es exclusiva de la víctima, del mismo modo que lo dedujo la administración Peñalosa en contestación a los familiares de una mujer violada y asesinada.
La ligereza responde a un juicio de valor ideológico y no podría ser de otra forma, cuando se habla de desigualdad se alude a la sociedad como objeto de estudio, por lo tanto el orador no puede abstraerse de ella, su criterio corresponde a una forma de entender las normas que la rigen, sesgado como es natural, por sus principios e intereses. Sin embargo, me resulta curioso que, aun cuando los Economistas Peñalosa se han esmerado por hacer de sus opiniónes sentencias únicas e irrefutables y de instalar en el imaginario colectivo que las ideas que emergen de su ideología son producto de la ciencia, definan un concepto económico con un meme que no se sustenta ni teórica ni empíricamente; a eso le llaman tecnocracia.
Las ideas se diferencian del fanatismo cuando se pueden respaldar con evidencia científica, es así como otros economistas -más responsables-, han tomado posición política con sustento técnico para definir las causas de la desigualdad, Thomas Piketty se hizo famoso en todo el mundo por estudiar su evolución histórica y tratar de dar respuesta a la cuestión, su aclamado trabajo que abarca tres siglos de historia combinó fuentes inéditas, recopiló el trabajo de kuznets, lo amplió; recogió las fuentes fiscales de más de 80 países en todos los continentes a partir de miles de declaraciones de ingresos; construyó una base de datos que reúne el esfuerzo conjunto de más de 100 investigadores; las conclusiones del mismo derivan por una parte, de la base de datos más extensa disponible actualmente sobre la evolución histórica de las desigualdades de renta y de riqueza, y por otra, de la consulta de otras fuentes materiales sobre periodos, países y aspectos de las desigualdades educativas, de género, raza y otras categorías. Ha publicado numerosos libros y documentos donde consigna los resultados de años de esfuerzos investigativos y ha concluido algo distinto al meme: La desigualdad es en esencia un asunto ideológico y político.
Esta conclusión es, en palabras de Piketty, la más evidente de su investigación histórica y constituye la razón por la cual el 1% más rico de la población es al menos poseedora del 27% de la renta mundial frente al 13% que recibe el 50% más pobre, como también de que las fortunas más grandes del mundo hayan crecido exponencialmente concentrando riqueza en lugar de crearla. The economist señaló en el 2012 que el 1% más rico de los estadounidenses, no solamente es cada vez dueño de una porción más grande de la renta total sino que además, está mayoritariamente conformado por personas del mundo de las finanzas y sin embargo como afirma la gran economista Ann Pettifor, el sistema financiero del que han parasitado no es, en sí mismo, un bien privado, es por el contrario un activo público financiado por millones de contribuyentes del común de todas las economías del mundo. En otras palabras, un inmenso bien público ha sido capturado por el 1%. Actores del sistema financiero del cual aspira a ser parte protagonista el Economista Peñalosa cuyo sustento teórico es un meme.
Dentro de los Economistas Peñalosa están quienes acuden a presentar como evidencia que respalda su idea sobre la desigualdad, casos excepcionales de personalidades que haciendo uso de su brillantez y disciplina lograron construir inmensas fortunas creando y no parasitando, generalmente ponen como referencia para respaldar el discurso de la hipermeritocracia a personas como Bill Gates o Steve Jobs, omitiendo que ninguno de ellos hubiera podido engrosar la lista de los multimillonarios mundiales sin el apoyo de cientos de contribuyentes que mediante el pago de impuestos les financiaron con recursos públicos invertidos en universidades públicas programas de investigación. Además, que Bill Gates sea brillante no se correlaciona con que la mujer joven y negra del pacífico colombiano sea perezosa, simplemente no goza los mismos privilegios del hombre blanco norteamericano.
La discusión que es global, tiene en lo local posturas no muy twitteras pero si muy sensatas. Economistas como Jorge Garay y Jorge Espitia fueron denominados por un famoso analista como los “Piketty criollos”, el remoquete les fue otorgado en virtud de la publicación de un importante libro, de obligatoria lectura, que revela las dinámicas de la desigualdad en Colombia y en el cual demuestran, con base en datos fiscales, que el país vive un momento de concentración patrimonial superior a la ya desmedida concentración del ingreso lo que le conlleva a un inexorable aumento en la desigualdad; que el 10% de las personas jurídicas más ricas concentró el 95,4% de la riqueza total y que el 1% aglutina el 88% del patrimonio bruto total declarado; que las empresas que concentran la mayor proporción del patrimonio pertenecen a los sectores asociados a la actividad financiera y que esta situación no cambia después de impuestos pues el sistema tributario, diseñado por políticos, contiene excesivos beneficios para que los más ricos logren erosionar su base gravable y no tributen lo que debieran, por lo tanto no cumple el principio de progresividad. Ellos, junto a otras y otros intelectuales le han solicitado a la Corte una revisión del estatuto tributario, lo que no ha caído muy bien entre los Economistas Peñalosa.
Está visto que el debate sobre la desigualdad es controversial. Enhorabuena que en Colombia se abra entre corrientes del pensamiento económico antagónicas entre sí, bienvenida la discusión entre los “economistas Peñalosa” y los “Piketty Criollos” y otros y otras, con memes o con sesudos análisis basados en cifras oficiales, pero que en todo caso venzan los argumentos en lugar de las imposiciones irracionales, a veces violentas y siempre permeadas por la ideología.