miércoles, diciembre 4

Revivamos a Campo Elías Galindo

Por: Gustavo Bolívar Moreno

Cuando empezaron las marchas para protestar contra los asesinatos sistemáticos de líderes sociales, decidí mandar a estampar una tela con los nombres de más de trescientos cincuenta de ellos. La tela midió casi cien metros. Cada vez que se convoca una marcha, añadimos los nombres de los líderes caídos desde la marcha pasada y la tela crece, dolorosamente, unos metros más. Para la marcha del 21 de noviembre de 2020, ya iban 525 nombres y la pancarta del dolor medía 128 metros. Hace poco la mandamos a actualizar y la tela quedó midiendo 145 metros, pesa 60 kilos y contiene dentro los nombres de más de 640 hombres y mujeres vilmente asesinados por el narcoparamilitarismo, las bacrim, las Águilas Negras, el Estado, políticos regionales o las disidencias de las FARC.

Cuando alguien eleva la voz con valentía y emprende acciones para defender a su familia, a su comunidad, a su ciudad, a su país o a sus vecinos, ese alguien se convierte en un líder social. Son incómodos esos líderes para consolidar una hegemonía corrupta. Ellos no tienen miedo, nunca callan, siempre van para adelante con la espada de la verdad. Los asesinan porque sin ellos las comunidades quedan huérfanas y además aterrorizadas. Los matan porque sin ellos es más fácil robar el erario, más fácil legalizar las tierras robadas por paramilitares a campesinos, más fácil construir proyectos con alto impacto ambiental como Hidroituango en Antioquia o el Quimbo en el Huila. Amenazando, desplazando o matando líderes sociales, las dictaduras dificultan más el ascenso al poder de los opositores. Sin líderes sociales es más fácil abusar de las comunidades. Sin los líderes sociales la vida es más fácil para las mafias del poder, para los terratenientes, para los narcotraficantes, para los políticos sucios, para los depredadores del medio ambiente. Por eso los matan.

El último de ellos fue Campo Elías Galindo. Apareció en su casa con tres cuchilladas y con un libro quemado en su pecho. Campo Elías era ante todo un humanista, un hombre preocupado por los problemas sociales, un defensor de la democracia y de la paz, un analista crítico, un intelectual y muy buen escritor, como lo pueden descubrir en su blog http://campo-el.blogspot.com/2017/.

Además, era historiador, profesor universitario, investigador, analista social y tenía un magister en Planeación Urbana de la Universidad Nacional. Cuando matan a un líder como Campo Elías, todo ese saber, todo ese conocimiento, toda esa experiencia y toda esa indignación se va a la tumba. No solo el conocimiento científico. En el caso de los líderes sociales indígenas o campesinos, de los cuales ya han matado a 456 en este gobierno terrorífico de Duque, es todo un inmenso saber ancestral el que se va a la tumba para siempre.

La gobernadora indígena Cristina Bautista, acribillada junto con otras cuatro personas en Tacueyó, Cauca, dejó una razón que debemos perpetuar. “Si nos quedamos callados nos matan y si hablamos también. Entonces hablamos”. Pues hablemos. Si de una u otra forma moriremos, pues hablemos. Mejor denunciando que debajo de la cama. Mejor alzando la voz contra el asesino que de rodillas implorando perdón. Mejor luchando que mirando a los demás luchar… qué vergüenza la cobardía. Qué pena dejar que otros luchen por el futuro de nuestros hijos y no mover un dedo para ayudarles. Ante la inminente muerte nada tenemos que perder. Eso pensó Campo Elías. Por eso no se calló. Sus últimos trinos y sus últimas columnas pudieron haberle costado la vida. Por eso, en su honor y porque los asesinos deben saber que cuando intentan silenciar una voz crítica, su eco se multiplica por todos los rincones del universo, es que transcribo apartes de algunos de sus escritos, a fin de perpetuar su voz y sus denuncias.  Que millones conozcan lo que decía Campo Elías con tanta gallardía. Que el tiro les salga por la culata a los asesinos. Que solo consigan que sus denuncias lleguen a todos los rincones de la memoria colectiva.

Señores asesinos de líderes, asesinos de la paz, asesinos de la esperanza, asesinos de Campo Elías. Si les molestaba mucho lo que él escribía, aquí se lo repetimos.

Empecemos por los últimos tuits y entradas de Facebook que Campo Elías subió a las redes sociales, yo creo que a sabiendas de las consecuencias. El 4 de agosto escribió: “Uribe: Nos quedas debiendo los delitos de lesa humanidad, las masacres, la sangre de tantos inocentes, las lágrimas de muchos huérfanos y de muchas madres. Pero sabes que todavía quedan jueces dignos, que no temen ni se dejan amilanar por tus abogados mafiosos como Diego Cadena”.

El 2 de julio escribió: “ Hidroituango es la obra maestra del grupo Empresarial Antioqueño -GEA- y sus políticos, sus gobernadores y sus alcaldes, empezando por Álvaro Uribe y terminando por Fico. Pasarán a la historia como unos temibles destructores, a los que no se les escapó ni EPM ni el río Cauca”.

El 17 de agosto de este año escribió: “#DuqueDetengaLasMasacres” de jóvenes por las mafias del narcoparamilitarismo. Deje de defender a su jefe, dedíquese a gobernar en favor de la gente honesta y trabajadora que está siendo masacrada. Si Samaniego quedara en Venezuela, Duque andaría por el mundo pidiendo justicia”.

El 18 de septiembre escribió: “#CriminalizanLaColombiaHumana La están criminalizando Duque y su ministro de Defensa, líderes de la dictadura. Pero con falsos positivos no podrán atajar el tsunami que se les viene encima después de este lunes 21.”

El 16 de septiembre escribió una entrada en su blog que anunció con este tuit: “ Los responsables de la tragedia financiera, social y humanitaria llamada Hidroituango, apoyados por el Centro Democrático, carecen de credenciales éticas y políticas para hacer veedurías ni controles a EPM”.

Aquí están algunos párrafos de dos de sus últimos escritos:

“EL UBERRIMO POR CÁRCEL”

“El reinado de Álvaro Uribe en la política colombiana, es la continuidad del de Pablo Escobar en el bajo mundo y en la cotidianidad nacional. Este en la mafia sirviéndose de la política y aquel en la política sirviéndose de la mafia. Escobar en las dos décadas finales del siglo XX y Uribe en las dos primeras del siglo actual. Esa es la línea de continuidad que tienen los 40 años de la historia reciente de Colombia.

Álvaro Uribe pasará una temporada en su hacienda “El Ubérrimo”, sobre la cual escribió un libro en 2014 Iván Cepeda, su víctima. Pasará a la historia no solo por su detención domiciliaria, sino como el expresidente que quiso serlo por tercera vez y después se negó al uso de buen retiro; el expresidente que en lugar de sentarse a escribir sus memorias, a jugar con sus nietos y a viajar con pasaporte diplomático, prefirió seguir en la persecución de sus enemigos y haciendo “torcidos” que lo tienen al borde de una condena definitiva por unos delitos comunes, ajenos a la investidura de cualquier presidente de cualquier país.

Con el cuerpo de Uribe en “El Ubérrimo” y su espíritu dañino en la presidencia, el congreso, las fuerzas armadas y su partido político, el país entra en una coyuntura inédita, en la que una fuerza con poder real dentro y fuera del Estado empieza ya un desafío abierto a la Constitución de 1991. Cada vez que esa fuerza se ha sentido perdedora en la arena política, ha amenazado con una Constituyente que reordene el Estado conforme a su proyecto de minimizar la justicia y el poder legislativo, convirtiendo al ejecutivo en un monarca omnipresente y todopoderoso, que se pueda entrometer en las decisiones de todas las ramas del poder como lo hizo Uribe y le aprendió Duque”.

Apartes de la entrada: AIDA MERLANO Y LA MAFIOCRACIA

Aída Merlano está aseverando y ofreciendo pruebas de muchos delitos, pero de todo lo dicho, lo más grave, porque apunta a la médula del régimen político, es que miles de millones de pesos se hubieran invertido para comprarle votos al entonces candidato y actual presidente de la República. La ilegitimidad del mandato de Duque ya no es, desde que la exsenadora lo señaló, un discurso de la Izquierda o de la oposición antiuribista para desprestigiar a un presidente. Es una declaración de algo ya sabido, pero ahora proveniente de la propia entraña de la clase política, de quien fuera en ese momento una ficha de toda su confianza. Esta es la razón para que la Fiscalía colombiana se niegue a investigar lo denunciado, y para que los implicados se cubran con improperios a la acusadora.

La figura y las declaraciones de Aída Merlano gravitarán sobre el gobierno comprado de Duque hasta agosto de 2022. No es una novedad en Colombia, pero ese mandato está viciado de ilegitimidad desde su mismo origen; proviene del delito y el quebrantamiento de normas éticas, legales y constitucionales. Nadie sabe hoy en este país, quién fue el ganador legítimo de la segunda vuelta presidencial celebrada en junio de 2018. Las estrategias de los implicados para minimizar el daño político son inciertas, pero serán también delictivas; las mismas que se usaron para sacar del paso, condenar, fugar de la cárcel y luego secuestrar a su excompañera de andanzas.

El mes pasado, antes de las declaraciones públicas de Merlano, la ONG Transparencia Internacional en un estudio de percepción, ubicó a Colombia como el país más corrupto entre 73 que fueron seleccionados. La corrupción en nuestro país es estructural; hace parte sustancial del régimen político y se desarrolla al amparo de unas oligarquías arraigadas regionalmente que desde hace 210 años consideran al Estado como un botín, y en tal condición se lo reparten cada vez que programan competencias electorales”.

Que sea una tarea perpetuar las memorias de nuestros muertos caídos en la lucha por cambiar este país. Pásense por el blog de Campo Elías. Desempolvemos las frases de los mártires de esta lucha que hasta hoy ha sido estéril pero que amenaza con llegar a puerto dignidad en 2022. Recuerden a los asesinos las frases de los cuatro prohombres cuyos apellidos empiezan por la letra “G” de grandeza: Gaitán, Galán, Garzón, Gómez… Recordémosles las luchas de los casi cinco mil militantes de la UP asesinados. Rememoremos las luchas silenciosas de los más de 800 líderes sociales asesinados desde la firma del Acuerdo de paz. Gritémosle al mundo que en Colombia hay un genocidio terrible.

Paz en las tumbas de los miles de hombres y mujeres que han sido asesinados mientras gestionaban un poquito de amor y de pan para sus comunidades saqueadas, violentadas y humilladas. No los olvidemos. Si los olvidamos, los volvemos a matar.

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