Por: Aidé Mendoza Blanco y Fabián Hernández Pérez
La historia reciente de la Universidad Popular del Cesar (UPC) se ha caracterizado principalmente por dos aspectos: la cooptación paramilitar y la cooptación académica. Basta con asistir a los salones de clases, a sus oficinas administrativas, para constatar que hay un ambiente en el que aún perviven con mucha vitalidad las huellas del paramilitarismo.
Una de esas huellas hoy se encubre en la Cátedra de Historia Regional “Álvaro Araujo Noguera”. No es fortuito que la cátedra lleve este nombre y tampoco que su moderación esté al mando de Álvaro Araújo Castro, quien, además de ser hijo y heredero de quien nombra la cátedra -uno de los políticos de la estirpe más pudiente de Valledupar-, también fue condenado en el 2010 a 9 años de cárcel por vínculos con los paramilitares del Bloque Norte. Por eso, el desarrollo de esa cátedra y su denominación tan arbitraria, es una clara ofensa hacia las víctimas y hacia la historia de la UPC. Recordemos que en el 2017 la Universidad fue reconocida víctima del conflicto armado por los asesinatos de 9 de sus profesores y estudiantes entre el año 1987 y 2002. Es decir, la UPC como comunidad académica, siendo víctima de la cooptación paramilitar, también está siendo utilizada descaradamente por una élite local como dispositivo o plataforma para limpiar prontuarios criminales, como los que poseen aquellos Álvaros.
Aquellos que determinaron asesinatos y nombraron rectores, quieren seguir teniendo la potestad absoluta para mantener el statu quo de la Universidad, pero hoy la realidad es otra y su hegemonía no es la misma que tenían bajo la sombra y el control paramilitar de años anteriores.
Por otro lado, es indignante que en la difusión que se realiza por los micrófonos de Radio Guatapurí se mencione que la Cátedra de Historia Regional es un “espacio libre”; pero ¡Oh! sorpresa: mientras varios estudiantes ingresamos a la sesión virtual del día 18 de septiembre, notamos que todos teníamos censurados los micrófonos y, tan pronto empezamos a realizar críticas a través del chat, fuimos expulsados por el ilustre y reconocido estandarte del paramilitarismo en el Cesar y moderador de la cátedra: Álvaro Araujo Castro.
Ahora bien, hablemos de los ponentes: se presentó, entre otros, Tomás Darío Gutiérrez, que hacia finales del año 2018 pronunció un discurso en un espacio académico de la Universidad donde mencionaba que, en la época de su vinculación a la UPC, quizá en los 80´s, la academia estaba “contaminada por las ideas marxistas”, pero hoy, posa plácidamente en la lista de ponencias de esta cátedra con una clara orientación ideológica; una de las pocas mujeres es Piedad Ramírez, otrora precandidata “alternativa” a la alcaldía de Valledupar y profesora de la Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales de la UPC, figura sin inmutarse como parte de los ponentes que le harán gala al homenaje a Araujo Noguera; por último, se encuentra Álvaro Araujo Castro, quien hoy se presenta como “ilustre académico” para hablar sobre historia política del Cesar al lado de Rodolfo Ortega.
No es un acontecimiento fortuito que actualmente en la UPC se realicen este tipo de cátedras, precisamente su realización tiene un sentido extra-académico: posicionar narrativas históricas y políticas tradicionalistas que legitiman figuras como Araujo Noguera y Araujo Castro, para luego purificar sus nombres y hacerlos pasar por dignos representantes del quehacer político y académico del departamento; narrativas que se construyen a través de discursos elitistas, rancios e indolentes que siguen victimizando la Universidad, generando un reposicionamiento para continuar enalteciendo la historia de los victimarios.
Esos discursos están atravesados por la condición más pura del pensamiento conservador, a su vez, enemigo de la posibilidad de crear pensamiento propio, crítico, fresco; enemigo radical de la autonomía y de la capacidad organizativa y más aún de una academia crítica y comprometida.
La hegemonía criminal y conservadora del Cesar, hoy usa la academia como un canal de restauración progresiva de una lógica de dominio –paramilitar- que condiciona el avance del quehacer científico, pedagógico, cultural y político que se desarrolla en la Universidad y paralelamente coacciona las reacciones de los sujetos académicos más activos que conforman la institución, produciéndose de esa forma cierto desarraigo de la vida social e histórica del departamento y una triste indiferencia política ante la amenaza que hoy resurge no en forma de armas, sino en forma de cátedras de historia y otros espacios académicos “honorables y de prestigio”.
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Nota: Este es un espacio libre para la opinión y no representa la posición del medio Cuarto de Hora