Mantener y en lo posible incrementar el contrabando: la verdadera causa -por lo demás económica- de la independencia de Colombia conseguida en 1810. A continuación la demostración histórica de esta importante afirmación.
Por Urías Velásquez Ospina /twitter: @UriasV (Investigación)
Planteamiento del problema:
Se ha escrito mucho acerca de las causas de la independencia de Colombia y con el pasar del tiempo algunas teorías han tomado fuerza y se han convertido en la verdad oficial sobre el asunto. Por supuesto que dicha circunstancia no ha sido producto del azar, la investigación exhaustiva o la buena voluntad de los que han gobernado, sino más bien un fino trabajo de “punto y cadeneta” de unos pocos –que aún gobiernan- para que la historia se cuente a su favor y, de paso, el pueblo que los mantiene en su ventajosa posición no tenga herramientas para sublevarse y defender lo que, en realidad, es de ellos: La Patria.
Nota aclaratoria: en adelante y en estos dos artículos se entenderá por independencia los sucesos acontecidos el viernes 20 de julio de 1810 y que derivaron en la constitución de la Junta de Gobierno. Algunos autores denominan a esto Primera Independencia, otros la llaman Primera República. Para mí, en cambio, simplemente es una permuta de nombres en los cargos del señor Amar y Borbón.
Entre las causas oficiales de la independencia destacan las siguientes:
Causas políticas:
-la invasión de Francia a España y la captura por parte de Napoleón del Rey Español Carlos VI y su hijo Fernando VII en Bayona el 7 de mayo de 1808 y las abdicaciones consecutivas de los dos monarcas españoles en favor del emperador francés.
-el maltrato y menosprecio de la Junta de Sevilla, y posteriormente del Consejo de Regencia[i], para con los criollos americanos, especialmente manifiesto en el número y derecho de los delegados que debían representar a las colonias y que es criticado y denunciado por Camilo Torres en su Memorial de Agravios -documento éste que, al igual que su autor, como lo veremos en la segunda parte de este artículo, ha sido sobrevalorado por los historiadores y que, en la práctica, jamás tuvo importancia pues en realidad nunca salió del escritorio de su autor, o no por lo menos en los momentos en que se precisaba-.
-la supuesta traición del Virrey y la Real Audiencia al monarca español manifiesta en su rechazo al Consejo de Regencia de León y a su designado, el Comisionado Regio, Antonio Villavicencio.
Causas sociales y económicas:
-el incremento de impuestos que generaron la insurrección de los comuneros de 1781. Específicamente los impuestos de la Alcabala[ii] y Armada de Barlovento[iii].
Causas enteramente económicas:
-el decaimiento económico de España, en adelante la Metrópoli[iv], que limitaba el desarrollo de las colonias.
-las leyes de Indias que expresamente prohibían a las colonias el desarrollo industrial y, en cambio, les asignaban, por una parte, el papel de productores de materias primas y, por la otra, el papel de comprador de la manufactura. Ambas actividades con una sola fuente: España. Y ambas actividades sumamente asimétricas: materias primas sumamente baratas y manufactura en extremo costosa. Lo que, por supuesto, impedía cualquier tipo de balance comercial favorable.
Causas filosóficas:
Y como no, la causa ética y filosófica, la más popular de la causas de independencia y aquella que se enseña en los colegios y que retrata a los criollos independentistas como filósofos griegos, avezados políticos romanos o brillantes sabios de la ilustración francesa. Personajes que al haberlo leído todo, incluidos, por supuesto, los últimos acontecimientos de la independencia de Estados Unidos en 1776 y los acontecimientos de la Revolución Francesa de 1779, habían sentido una “necesidad ESPIRITUAL y ÉTICA” de comenzar una gesta épica de emancipación e inmolación colectiva con tal de conseguir el único de los bienes al que no se podía renunciar: la libertad (traducida por supuesto ésta en INDEPENDENCIA). Hipótesis, por lo demás febril, que desconoce varios elementos, entre esos: la dudosísima calidad intelectual y moral de los criollos que vivieron los acontecimientos de la independencia, pero, por sobre todo, sus intereses de casta ególatra, traidora como la que más, profundamente ambiciosa y absolutamente obnubilada por el poder y el deseo de lucro.
No obstante, el análisis exhaustivo de la evidencia, la lectura crítica de lo escrito y, principalmente, el conocimiento profundo de quien escribió, por qué lo escribió, cómo lo escribió, quién patrocinó la labor de escribir, quién publicó y por qué, definitivamente sugieren conclusiones diferentes a las que se nos han contado.
Una de esas conclusiones sugiere que la gesta de independencia no se cumplió por ninguna de las razones ya expuestas sino y más bien por la única razón de mantener y aumentar el contrabando mercancías, principalmente ORO, entre la Nueva Granada e Inglaterra y Los Países Bajos.
Sí, contrabando puro y duro. Y digo puro y duro porque exactamente eso era: rampante y vulgar contrabando, tal y como lo conocemos en la actualidad, una actividad que estaba prohibida y penalizada por la ley y que, sin embargo, se daba en proporciones fantásticas. Contrabando que incluía, como no: el oro, cuya producción había alcanzado su segundo apogeo en 1795-1799, la primera había sido en 1595-1599, pero también otros minerales y sobre todo la importación de bienes que para los criollos eran imprescindibles y que la Metrópoli era incapaz de producir en las cantidades, calidades y precios requeridos.
Ya desde las últimas décadas del siglo XVIII el contrabando de oro era una de las actividades favoritas de los encomenderos criollos, así de sus minas salían por diferentes vías hacia Inglaterra y Holanda cantidades de oro similares o incluso mayores a las que iban a España, sobre el particular dicen dice Jaime Jaramillo Uribe en (Ocampo, 1994) pág.53 lo siguiente:
“…se sabe que era considerable el [contrabando] que se hacía a través del río Atrato y los puertos del pacífico. Para efectuar sus cálculos algunos autores han atribuido una cifra hipotética al metal que salía ilegalmente, Humboldt lo apreció en $300.000 anuales, el Virrey Ezpeleta lo calculaba en una suma no mayor de $200.000, y William Sharp, en su estudio sobre la rentabilidad de las minas en el Chocó, acepta como realista la hipótesis de que no menos del 50% evadía el impuesto mediante el contrabando y el comercio clandestino. Para las primeras décadas del siglo XIX, informes de los altos funcionarios de la Casa de Moneda de Bogotá le permitían al cónsul Británico, señor Henderson, afirmar que el contrabando podía representar hasta otros tanto del oro legalmente registrado y que la producción de la Nueva Granada en las últimas décadas del Virreinato alcanzaba la cifra de 5’000.000, es decir, el doble del monto dado por las cifras oficiales”
Y este comercio ilegal de doble vía estaba en su apogeo durante las primeras decenas de años del siglo XIX e incluía otros productos como la quina, las esmeraldas y la incipiente manufactura local, pero, por sobre todo, se importaban numerosísimos artículos desde Inglaterra y Holanda que satisfacían una creciente demanda nacional. Demanda que la metrópoli española poco laboriosa y escasa de industria local no podía cubrir.
El contrabando permitió la formación de una clase emergente de negociantes, podríamos decir de burgueses locales, algunos de los cuales eran los mismos encomenderos tradicionales o sus descendientes de tercera generación y posteriores que ya no tenían derecho a la encomienda y que debían dedicarse a actividades diferentes. Otros, en cambio, eran simplemente comerciantes de facto. Entre estos últimos se destacaban multitud de españoles venidos de la metrópoli, o sus descendientes nacidos en América que conocían de comercio y se habían dedicado a esta actividad desde siempre con relativo éxito. Sirva de ejemplo el famoso José González Llorente.
Una clase burguesa que además de fortuna económica concomita con el poder fáctico representado en los Cabildos como se quiera que en la mayoría de los casos eran ellos mismos o sus parientes cercanos. Para ejemplo, sirva la mención de Jorge Miguel Lozano, el Marqués de San Jorge.
Tres situaciones interdependientes hacen que el negocio del comercio ilegal de la burguesía criolla tome vuelo:
—La escasa, casi inexistente, producción local de mercancías, debida, por supuesto, a la estricta legislación de indias que pretendía salvaguardar y privilegiar la producción de la metrópoli. Y que hacía que las colonias tuvieran un único proveedor, por lo demás, altamente ineficiente.
—La creciente demanda de bienes manufacturados que no era suplida en cantidad, calidad y precio la metrópoli. Y que, por supuesto, creaba un incentivo poderoso para conseguir proveedores alternativos.
—La existencia de un mercado alternativo donde se podían conseguir esos bienes. Mercado que por lo demás tenía dos características que lo hacían irresistible:
- Su necesidad de oro, porque lo que cualquier negociación era sumamente sencilla y de doble vía, se daba oro y se recibían mercancías.
- Su poderío naval (tanto de Holanda, pero principalmente de Inglaterra), que lo convertía en el dueño absoluto de los mares y, por tanto, en un comprador y proveedor infalible e inescrutable.
Evidentemente estas tres situaciones derivaban en acelerado incremento del comercio ilegal. Contrabando que las autoridades reales (tanto el Virrey como La Real Audiencia) conocían, aceptaban soterradamente y de la que se lucraban descaradamente.
Y hay multitud de evidencias que muestran que la cosa hubiera continuado así de no ser por las circunstancias inesperadas y repentinas de la invasión napoleónica a España de febrero de 1808 en la que Napoleón hábilmente reúne a Carlos VI rey de España y a Fernando VII, hijo heredero del trono, hace abdicar al primero en favor del segundo -lo que sucede a contra la voluntad del monarca que odiaba a su hijo solamente tanto como ese lo odiaba a él- y luego los apresa a los dos y se hace con la Corona en lo que se conoce como la Abdicaciones de Bayona. Acto seguido el emperador francés nombra a su hermano José Bonaparte –más conocido como Pepe Botella, por su afición incontrolable a la jerga, el licor y las mujeres-, para asumir el trono de rey de España bajo el título de José I.
Napoleón, sabedor del comercio ilegal entre Inglaterra y el Nuevo Mundo, sumamente preocupado porque ve en esa práctica, principalmente en lo relacionado con el envío de oro, una fuente de financiación usada por su rival Inglaterra para pagar la guerra, decide ponerle fin al asunto.
En España lógicamente se da una enorme confusión, se forma la Junta Central de Sevilla que es desarticulada de inmediato por la invasión de los ejércitos franceses a Sevilla y luego al amparo de la flota británica se constituye en la isla de León el Consejo de Regencia. Este Consejo de 5 vocales convoca las Cortes del Reino para defender a Fernando y envía a las colonias unos representantes denominados Comisionados Regios.
Los criollos entran en pánico porque saben que de ser Pepe Botellas quién se quede con la Corona acabará con el comercio ilegal entre Inglaterra, Holanda y el Nuevo Mundo. Principalmente, en lo relativo al envío de oro, que es sin duda alguna una fuente de financiación usada Inglaterra para pagar la guerra que sostiene con Francia. Y claro, con ello, pondrá fin a sus cada vez más lucrativos negocios basados por completo en el contrabando. Por lo que deciden que su mejor opción será apoyar a Fernando VII hasta el final.
Pero para su desgracia el Virrey y, particularmente, la Real Audiencia de Santafé -leguleya y acomodada como la que más- cree y declara que “la pugna entre Bonaparte y los monarcas borbones es una pugna esencialmente de sucesión y que permanecerá al margen”. Lo que, por su puesto, significa que de triunfar el emperador francés acogerán como Rey a su hermano y acataran cualquiera de sus decisiones, entre otras, la de combatir el contrabando.
La nueva diferencia entre criollos y representantes del régimen colonial, simple recreación de las eternas pugnas por el poder y el manejo colonial –sobre todo en lo relativo al trato a los indígenas- que habían tenido su peor momento durante la dinastía de los Austrias-, se zanja en favor de los primeros: el poder de facto representado en los Cabildos el 22 de mayo de 1810 cuando la Real Audiencia da el brazo a torcer y a regañadiente reconoce la autoridad del Comisionado Regio, Antonio Villavicencio, jura obediencia al Consejo de Regencia y lealtad eterna a Fernando VII como único y legítimo rey.
Todo esto explica porque son los criollos quienes deciden organizar la bienvenida al Comisionado Regio y no las autoridades coloniales y le da sentido a los acontecimientos del viernes 20 de julio de 1810 y a la famosa escena previamente planeada del florero donde se inicia una revuelta que concluye esa misma noche con la constitución de una Junta de Gobierno que desconociendo la autoridad del Virrey de la Real Audiencia asume el mando en cabeza del mismo Virrey, Amar y Borbón, pero ahora como Presidente obligado a la cabeza del movimiento y como Vicepresidente es elegido José Miguel Pey. Obviamente bajo la proclama absoluta de lealtad al Rey y sumisión al Consejo de Regencia.
En otras palabras, habían triunfado los criollos que no se querían independizar, ni ser libres, ni cosa que se le parezca, y que, en cambio, estaban dispuestos, eso sí, a todo con tal de mantener sus prebendas económicas, EL CONTRABANDO la más importante entre esas.
Fin de la parte I…
(En la Parte II hablaré del criollo que representa todo lo nefasto de la clase dirigente nacional que aun hoy en nuestro tiempo le sigue haciendo daño a la Patria y sigue poniendo miembros de la mafia tanto en la presidencia como en el congreso nacional)
Notas:
[i] La Junta Central Suprema Gubernativa del Reino nace de la unión de las diversas juntas provinciales surgidas de manera espontánea para enfrentarse a los franceses. Se constituyó el 25 de septiembre de 1808 y fue sustituida por el Consejo de Regencia el 31 de enero de 1810; éste, a su vez, sería relevado por la Regencia del Reino el 20 de enero de 1812. (http://pares.mcu.es, 2019)
[ii]La Alcabala es un impuesto que grava las transferencias de propiedad de bienes muebles e inmuebles.
[iii] El impuesto ARMADA DE BARLOVENTO grababa los artículos de mayor consumo y su objetivo teórico era la defensa del reino y las colonias, su creación data de 1.636.
[iv] Es común cuando se habla de la época colonial entender la Metrópoli como España. En este trabajo se asumirá esa costumbre también.
Bibliografía corta:
http://pares.mcu.es. (8 de Marzo de 2019). pares.mcu.es. Obtenido de http://pares.mcu.es/GuerraIndependencia/portal/archivo/fondos/JuntaCentralyConsejoRegencia.html
James, F.-P. (1985). Historia de la economía mundial. Barcelona: Ariel S.A.
Landreth, H., & Colander, D. C. (2002). History of Economic Thought. Boston-Toronto: Houghton Mifflin Company .
Liévano, I. (2015). Los grandes conflictos sociales y económicos de nuestra historia. Bogotá: Intermedio Editores.
Meisel, A., & Ramírez, M. T. (2016). Memorias de Hacienda y del Tesoro y de la Nueva Granada y Colombia, siglo XIX. Bogotá: Banco de la República.
Ocampo, J. A. (1994). Historia Economica de Colombia. Bogota.: TM Editores. Fedesarrollo.
Tamez, Á. L. (2017). Indios Mineros y Encomenderos. Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana.
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Autor: Urías Velásquez Ospina /twitter: @UriasV